EL SOFÁ
Esa noche de viernes, la ciudad estaba cubierta por una densa capa de niebla; el silencio de las calles era interrumpido por el ruido de las sirenas de las ambulancias y la bocina de los automóviles; nada inusual ocurría en la ciudad, es más, era algo extraño ver que la ciudad se encontrara tan solitaria por esos días vacacionales de junio. En algún lugar al norte de la inmensa ciudad, Ángel esperaba ansioso, sentado en el sofá de la sala principal de su casa, la llamada de su Fernando, él como sus otros amigos, esperaba divertirse en las primeras vacaciones del año. Durante sus diez y ocho años no podía recordar las primeras vacaciones sin salir fuera de la ciudad o del país; desde muy niño pudo conseguir todo lo que quiso; sin embargo, esto no era suficiente para él, siempre sintió que aún le faltaba mucho por conocer y que las emociones vividas hasta ahora habían sido el abrebocas para lo que estaba por venir.
El ruido del teléfono lo saco de sus pensamientos; era su mejor amigo Fernando; los dos tenían la misma edad, pero a diferencia de Ángel, Fernando inspiraba a primera vista el deseo del amor; era bastante alto, el color de su piel seducía el tacto de quien lo mirase, sus ojos eran claros, llenos de inocencia y reflejaban una poderosa atracción difícil de evadir. Ángel era diferente, sus ojos azules combinaban perfectamente con el blanco de su piel, su cabello negro caía seductoramente sobre su cara, su cuerpo era delgado, pero sus brazos y piernas atraían de vez en cuando las miradas morbosas de sus amigas de colegio, los rasgos de su cara eran bastante delicados, casi femeninos y sus labios poseían un especial encanto, eran el sueño de muchas de las mujeres que Ángel conocía. Fernando y él eran exageradamente atractivos; la virilidad envolvía cada centímetro de sus cuerpos, cuerpos que incitaban al deseo y a la lujuria. Ángel levanto la bocina; su corazón se aceleró, sabía que era Fernando quien lo llamaba, y que probablemente esta noche saldrían en busca de alguna aventura:
- ¿Alo? ¿Es usted Fernando?
- Si, soy yo
- Estaba esperando, esta noche no quiero quedarme encerrado y aburrido, tenemos que hacer algo
- Fresco, no se preocupe que ya tengo el plan perfecto; pero antes tiene que prometerme que no se va a echar para atrás
- Se lo juro, cualquier cosa con tal de no quedarme encerrado
- Bueno, conozco un lugar interesante, es un bar, solo que….
- ¿Que?
- Bueno, es…es un bar gay
- ¡¡Usted me esta proponiendo que vayamos solos a un bar gay¡¡ ¿Esta loco?
- Pues le recuerdo que es usted el que quiere vivir experiencias diferentes, no yo
- Si pero….
- Pero nada, ¿Va o no?
- Listo, esta bien, todo sea por salir esta noche
- Bien, ese es el espíritu, relájese; nos vemos a las 11:30 en la esquina de la 93 con 15
- Esta bien, pero si no me gusta el sitio nos vamos de una; nos vemos allá. Adiós
Ángel estaba bastante intrigado; la proposición de Fernando le pareció extraña, sin embargo estaba dispuesto a todo por una noche de diversión; así que tomo una chaqueta del armario y luego busco una caja de cigarrillos escondida en un rincón de la mesa de noche, la abrió para revisar que no faltaran los tres cigarros algo aplastados que le habían sobrado en su última fiesta y la pequeña bolsa de plástico con cinco “pepas” de éxtasis; luego de observar con cuidado el interior de la cajetilla, suspiro con tranquilidad, todo estaba completo y la noche le sonreía prometiéndole momentos inolvidables, todo estaba listo y se sentía con el animo suficiente para emprender su aventura.
Fernando llego un poco antes al lugar acordado; esta noche estaba especialmente fría, su cuerpo temblaba por el frío de la calle y por la exaltación que le causaba pensar que en muy pocos minutos estaría en un lugar hasta ahora desconocido para él. Diez minutos después Ángel y Fernando se encontraron; los dos estaban emocionados, ninguno de los dos sabía que encontrarían en aquel lugar, ni que experiencias podrían vivir en un lugar como ese; a pesar de esto se dirigieron hacia el bar a unas calles del lugar en el que se encontraron. El bar se llamaba “El Sofá”; esa noche el lugar estaba bastante concurrido; era fácil adivinar, por el aspecto de sus visitantes, que no era uno de esos bares que Ángel y Fernando acostumbraban visitar; sin embargo ninguno de los dos se sorprendió ante el espectáculo que presenciaban, finalmente los dos sabían, antes de llegar al lugar, que todo podría pasar aquella noche.
Así que, sin dar más rodeos, decidieron entrar. Algunos hombres que rodeaban la entrada se quedaron mirándolos fijamente, con esa mirada morbosa que les penetró tan incómodamente en la piel; Ángel y Fernando pensaron que sería mejor entrar sin prestarle atención a aquel acontecimiento. El lugar era bastante grande; largas y transparentes cortinas blancas colgaban de los inmensos ventanales; una esfera gigantesca pendía sobre la cabeza de Fernando e iluminaba su rostro con sus pequeños cristales. Ángel observaba con especial atención a un hombre que se quitaba la ropa mientras bailaba sobre una tarima en un rincón del salón; el hombre también observaba a Ángel directamente a los ojos, era fácil darse cuenta por la forma en que lo miraba, que le gustaba esa belleza carnal que envolvía a Ángel.
Ángel se sintió incomodo, sabia que en cualquier momento aquel hombre podría venia hacía el. Mientras tanto, Fernando buscaba una mesa libre para sentarse con su amigo; el lugar estaba lleno, así que tuvieron que quedarse de pie junto a la barra. Nada de esto le importo a Fernando, el lugar era agradable y la música era bastante buena y aunque no conocía a nadie más en aquel nuevo lugar, sabía que Ángel seria la compañía necesaria para divertirse. Cada uno pidió al mesero una botella de agua, Ángel saco la cajetilla de cigarrillos del bolsillo izquierdo de su pantalón, luego saco la pequeña bolsa de plástico y regó las pastillas sobre la palma de su mano; Fernando lo miro y se sonrió con malicia, tomo una de las pastillas y se la llevo a la boca, luego abrió con cuidado la botella y bebió un sorbo largo; Ángel repitió la operación, después de esto sabían que la diversión estaba asegurada. Del otro lado del salón, el hombre que observaba a Ángel unos momentos antes se dirigió hacia ellos. Fernando se quedo mirándolo fijamente hasta que llego al lugar donde ellos estaban; Ángel, mientras tanto, permanecía inmóvil, sin decir nada, lo único que pudo hacer fue codear a Fernando, como sorprendido por la aparición de aquel hombre. Era un tipo alto, de tez morena, la piel le brillaba como si estuviese cubierto por una delgada capa de sol, sus ojos eran profundos, llenos de secretos, los músculos del pecho, del abdomen y de los brazos se marcaban a través de su camisa, tenia un pantalón bastante ajustado, lo suficiente para hacer más notables aún sus formas masculinas; de pronto dio un paso más hacia Ángel y aprovechando el alto volumen de la música, le susurro al oído con una voz suave y sedante:
- Vi que tienes algo que quiero
- No entiendo ¿de que me habla?
- No te asustes. Todavía no pienso hacerte nada, solo quiero saber si me puedes vender una de las pastillas que tienes aquí – Y mientras le decía esto, el hombre desconocido llevo su mano hasta el bolsillo izquierdo del pantalón de Ángel.
- ¿Éxtasis?- Le pregunto Ángel mientras un agradable escalofrió le recorría el cuerpo
- Si, ¿Puedes venderme una, te voy a pagar bien? ¿Cuánto quieres?
- Bueno es que…no las vendo, las traje para mi amigo y para mí
- Bueno entonces has de cuenta que ya somos amigos; mi nombre es Jorge, me imagino que ahora si puedes venderme una o no?
- Si, creo que si – Diciendo esto saco la bolsa de su pantalón y le entrego una de las pastillas a su nuevo amigo
- Gracias- Dijo Jorge entregándole dos billetes arrugados
- No se preocupe…todavía me quedan más
- Gracias eh…no me has dicho tu nombre, puedo saberlo por lo menos?
- Si, soy Ángel y él es mi amigo Fernando
-Mucho gusto, les puedo invitar una cerveza o algo, quisiera pagarles de alguna manera
- No tranquilo, solo estamos tomando agua, gracias – Dijo Fernando
- Como quieran; me di cuenta de que no tienen mesa, si quieren pueden sentarse conmigo y mis amigos, tenemos una mesa al fondo, junto a la tarima.
Ángel y Fernando se miraron, sabían que era algo arriesgado pero ambos habían prometido que esa noche estaría destinada para la aventura, así que decidieron aceptar la oferta de Jorge. Cuando llegaron a la mesa, habían tres hombres más y aunque todos tenían rasgos diferentes, los tres tenían cualidades similares, altos, delgados y un rostro que llamaba extrañamente la atención de Ángel y Fernando. Jorge los presento:
- Fernando, Ángel; ellos son mis amigos: Daniel, Manuel y Simón
- Como están?- Pregunto Fernando
- Mucho gusto – Dijo Ángel
- Siéntense – Señalo Daniel, sin quitarles la mirada de encima
La situación era realmente incomoda, ninguno de los dos sabía que decir. Mientras tanto, Daniel recorría el cuerpo de Fernando milimétricamente, casi lacerándole la piel. Todos permanecían en silencio, solo se entrecruzaban las miradas y el aire se tornaba cada vez más perturbador. De pronto, Manuel trato de iniciar la conversación:
- Y… ¿vienen muy seguido a este bar? – Dirigiéndose a Ángel
- Eh… No la verdad es que no lo conocíamos – Respondió tímidamente
- Si… es la primera vez que venimos – Anuncio Ángel sin atreverse a mirar a Daniel
- Ahora entiendo por que no los había visto antes – Dijo Daniel, haciendo que todos se rieran
- Es verdad, nosotros conocemos a toda la gente que viene a este bar y a ustedes no los habíamos visto antes – Afirmo Simón con una la sonrisa aún fijada en sus labios
- Bueno… pero eso no quiere decir que no puedan volver, al contrario – Señalo Jorge mirando detenidamente el pálido rostro de Ángel
- Puedes regalarme un sorbo…- Pregunto Jorge a Ángel
- Si – Contesto temblorosamente la voz de Ángel
Las “pepas” de éxtasis empezaron a surgir efecto en los cuerpos sudorosos de Ángel y Fernando. Las primeras gotas de sudor comenzaron a bajar por su frente. El corazón de Ángel empezó a marchar con más fuerza y violencia; así que tuvieron que ponerse de pie y caminar hasta la pequeña tarima al lado de la mesa. Jorge, Daniel, Manuel y Simón se levantaron también y caminaron detrás de ellos, siguiéndolos. La música estallaba contra las paredes del salón y taladraba los oídos de Fernando, quien ahora se movía sensualmente al ritmo de la música electrónica. Entre tanto, Jorge, sin disimular sus deseos, se acercaba cada vez más a Ángel, como realizando un ritual de seducción. Ángel lo miraba directamente a los ojos, pero ya no con esa mirada tímida y desconfiada de antes, ahora era él quien intimidaba a Jorge, haciéndolo estremecer lentamente.
Junto a ellos, Manuel y Simón empezaban a palpar una a otra las bocas enardecidas, las lenguas se cruzaban como cuchillos deliciosamente afilados entre sí. Las manos de Simón tomaron rumbo bajo la bragueta erupcionada de Manuel; mientras tanto Simón se dejaba acariciar la espalda por las manos angustiosas de Manuel quien cada vez y con más ansias buscaban saciar sus deseos. Ángel, quien los miraba fijamente, experimento de pronto una grata sensación sobre el pantalón negro que llevaba puesto; de alguna manera, las manos de Jorge se posaron sobre sus entrepiernas; por un momento, Ángel tuvo que cerrar los ojos y respirar profundamente. La respiración de Jorge se agolpaba en su cuello como una corriente eléctrica que lo obligaba a tomar aire por la boca. Las manos de Jorge se toparon bruscamente con la virilidad de Ángel, quien extasiado y sin decir una sola palabra, aceptaba sin ningún reclamo las electrizantes caricias de aquel hombre desconocido.
Pronto, como si hubiera estado planeado, fueron acercándose a un rincón del gran salón; allí se encontraron junto a una puerta entreabierta; los dos seguían danzando al ritmo de la música, sin parar si quiera por un instante las ardientes caricias, que ahora eran desprendidas por las manos de Ángel sobre el vientre de Jorge. Era una pequeña sala iluminada por una luz azul; en el centro había un gran sofá de terciopelo rojo y alrededor, sobre el piso, algunos cojines negros y azules. De repente, bajo la profunda luz, aparecieron las siluetas de dos amantes semi-desnudos; cuando Jorge alzo la mirada tratando de descifrar la identidad de los personajes, se encontró, sin mucha sorpresa, con el rostro delirante de Manuel y Simón, quienes enmudecidos por el placer, prosiguieron con su ritual sin decir nada, entregados por completo el uno al otro. Este espectáculo hizo surgir en su pelvis unas profundas contracciones, estaba realmente excitado y esto empezaba a ser evidente también para Ángel, quien estaba totalmente entregado al placer que experimentaba al sentir tan cerca de él un cuerpo masculino tan hermoso como el suyo. Jorge extendió su mano hasta la cerradura de la puerta y con un pequeño golpe la cerro completamente; después de esto, Jorge acarició el rostro de su joven amante y sin pensarlo dos veces, hundió sus labios en la boca de Ángel, introduciendo su lengua tibia y carnosa hasta hacer contacto con la de Ángel, quien en medio de una fuerte erupción de deseo y éxtasis, llevo sus manos hasta el miembro palpitante de Jorge.
Ángel fue desabotonando uno a uno los botones del pantalón de Jorge, luego los de la camisa, paseó sus labios sobre el pecho desnudo de su compañero hasta llegar al abdomen y allí se detuvo para hacer figuras con su lengua, Jorge respiraba lentamente mientras se arrellanaba en el acogedor sofá. Luego fue él quien desnudo a Ángel por completo, lo beso hasta saciarse, bajo por su cuello, por su espalda y luego giró en dirección al vientre, rozo con sus manos el miembro descubierto y lentamente llevo su boca hasta aquel húmedo lugar, inmediatamente paseo su lengua en todas direcciones sobre la encumbrada zona, Ángel temblaba de placer y gozo, su carne se tensó ansiosamente, sacudida por el suave succionar. Entonces Ángel, en un movimiento repentino, derribo el cuerpo de Jorge sobre lo cojines del piso y se inclino hasta tocar con su boca el órgano erguido de Jorge para poder sentir el dulce sabor del miembro de su amante. Minutos después, Jorge se incorporó y llevó sus manos hasta el trasero voluptuoso de Ángel e introdujo calidamente entre su cuerpo su virilidad, siguiendo la coreografía de suaves movimientos que iban acelerando su ritmo a la medida de su excitación; Ángel se quebraba de placer y sentía cada vez con más fuerza, el miembro rígido de Jorge entre sus carnes, cada ir y venir eran para él un placer mayor; hormigueo, escalofrío, ardor y fuego, todo en una misma sensación indescriptible.
En medio del juego amoroso, Simón y Manuel caminaron hacia el sofá donde se hallaba la pareja, ambos contemplaron el espectáculo con una indescifrable sensación que volvió a renovar en ellos una sensación acogedora. Una vez que Jorge terminó de saciarse con el cuerpo de Ángel, no pudo dejar de observar el falo, aún en pie, de Manuel, quien lo observaba con morbo, de pie junto al sofá. Fue inevitable para el acercársele para oler su cuerpo después del amor y fue inevitable también sentir la humedad del pene de Manuel entre sus manos; una nueva oleada de deseo lo invadió y mientras se miraban con ese deseo animal, Jorge acariciaba con su mano en movimientos de vaivén el armonio de su nuevo amante, Manuel se dedicaba a pasar su lengua sobre los labios de Jorge, dibujando extrañas figuras que lo llenaban de placer. Simón, que conocía muy bien el cuerpo de los hombres, se acercó al sofá donde Ángel parecía estar despertando de algún sueño placentero y antes que Ángel pudiera decir alguna palabra, Simón sello sus labios con un beso profundo, un beso que volvió a internar a Ángel en un delicioso trance; delicadamente, Simón puso sus manos justo en el sexo de su Ángel, palpo con extrema suavidad la piel de los testículos, meciendo con su mano su propio sexo.
Ahora los cuatro disfrutaban de sus nuevos compañeros, se exploraban unos a otros, buscando en cada rincón del otro el mayor placer. Caricias, besos, semen y saliva, todo era parte de una misma masa, los labios saboreaban la belleza de los cuerpos, piel con piel hablaban una misma lengua muda del placer que los embriagaba y todo finalmente precedido por una explosión casi simultanea de quejidos de placer, de orgasmos como nunca antes tan perpetuos.
Ángel despertó sobre saltado, tendido sobre el sofá, con la piel todavía humedecida por el sudor; inmediatamente el teléfono sonó; Ángel levanto la bocina; su corazón se aceleró, sabía que era Fernando quien lo llamaba, y que probablemente esta noche saldrían en busca de alguna aventura.
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