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Inicio / Cuenteros Locales / lalli_93 / El monstruo simbiótico

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Entre apresurado por el miedo y el calor cerré la puerta con fuerza. La nueva habitación en la que me encontraba estaba a oscuras, pero sin embargo, conservaba una negrura luminosa. Decidí seguir caminando, tal vez encontrara algo, una salida, de todos modos, no podía volver para atrás.
No llegué a dar treinta pasos cuando me topé con un pared lisa como el mármol y seriamente dura. Me senté, me levanté, dormí, lloré y hasta morí por severos minutos, sin embargo nada ocurría, nada cambiaba y el momento no avanzaba, el tiempo ya no existía.
En una de esas largas caminatas, mientras sentía el cansancio de mis piernas y el hambre fatigadora, cuando ya no encontraba esperanza que me alimentase, el pequeño brillo de una sombra me sopló el hombro, y guiado por el miedo y la desesperanza, volteé mi mirada con rapidez, enfocándola en algún punto aproximado a la posición de la presencia. No vi nada, solo la malcriada oscuridad, solo la costumbre, sin embargo y de repente, pude distinguir un color diferente, un cuerpo, un algo, un zapato, un talón, un tobillo, el comienzo de una pierna que no llegaba a la rodilla. No me moví, porque tenía miedo, sin embargo este se disipó rápidamente y mi cuerpo comenzó a responder, dando pasos deformes y temblorosos. Pero en cuanto di el primer paso, el pie avanzó también, decidido, hacia mí. Retrocedí asustado, pero me detuve, y seguí avanzando, con el pie, caminando (ya que eso hacen los pies) para mi lado.
Lo observaba como en un tango, desafiante, o al menos así me miraba él, ya que yo solo lo veía asustado y esperanzado. Se acercaba conmigo lenta y cautelosamente, creciendo proporcionalmente con cada paso que daba, dejando ver al principio solo su rodilla, pero descubriéndose cada vez más, primero su entrepierna, luego su otra pierna, su estómago, sus manos blancas como la nieve bajo una grandiosa luna, sus brazos, su pecho envuelto en una camisa arrugada, y finalmente su cuello. En ese momento me detuve para poder avanzar más lentamente. Con mi primer paso llegó un mentón, firme y marcado por el hueso, cubierto por una barba poco crecida y desprolija, luego con mi segundo paso, se asomó una boca y unos cachetes que sufrían las mismas características que el mentón, a diferencia del labio superior que tenía una cicatriz, que parecía tener la textura de un corte. Finalmente, dando así el último paso, descubrí su cara entera, unida así a su cuerpo, demostrándose, en su totalidad, como una copia exacta de mi figura.
Lo miré fijamente sin pestañar, y así estuvimos un rato, yo sin comprender nada en lo más mínimo le hablé, pero el habló sobre mi lo que causó que no nos entendiéramos. Nos limitamos a estar callados. Descubrí a medida que pasaban los segundos que este personaje me imitaba, y si bien yo no estaba haciendo bruscos movimientos, el los copiaba hasta, a veces, con anticipación.
Así estuvimos un rato, yo caminaba hacia los costados y el me seguía, el se relamía los labios y yo lo hacía acompañándolo por pura casualidad. No fue sino en uno de mis cambios de ángulo que noté el pasar de una ráfaga de luz sobre el cuerpo de mi nuevo amigo, y sobresaltado (al igual que él) lo intenté tocar; una pared invisible me impidió alcanzarlo, y con mi mano posada a unos milímetros de su cara, comprendí que él no era real. Le sonreí, y lo miré, miré su sonrisa ya cansada, abierta, y la observé así largo rato, como hipnotizado. De repente su sonrisa se convirtió en un leve esbozo de furia y en un acto seguido levantó su mano derecha alcanzándome el cuello, intentando ahorcarme.

Texto agregado el 17-10-2008, y leído por 110 visitantes. (0 votos)


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