Emprendí la búsqueda del hombre mas solitario del mundo y lo halle, vive en un faro; en una isla desabitada cerca a la provincia de Santa Cruz. Siempre había creído que el hombre mas solitario del mundo era también el más sabio, pero luego de aquella visita me di cuenta que mi suposición no era necesariamente verdadera. El hombre que me recibió era un anciano de setenta años de cabeza despoblada, cejas abundantes y unos enormes lentes de aumento, su rostro traspasado por los años no reflejaba ningún indicio de sabiduría.

-Buenos días, es usted el hombre mas solitario del mundo?- le pregunté.

-Sí- me contesto frunciendo el ceño.

-Me imagino que usted es un hombre muy sabio, habrá leído muchos libros en todo este tiempo.

-Ninguno- me contesto lacónicamente.

Quede sorprendido con la respuesta. Como esperaba que este hombre fuese sabio si no había leído ningún libro durante su aislamiento.

-¿Entonces que hace usted para entretenerse?

-Cuento estrellas. Hasta ahora llevo 8565 estrellas contadas.

-¿No duerme entonces?

-¡Por supuesto que duermo!-me contesto alterado -¡Lo que yo cuento son estrellas de mar! 8565 estrellas de mar.

Desconcertado por su respuesta solo atine a preguntarle algo que parecía obvio.
-¿Le gusta la soledad?

Por primera vez me miro fijamente a los ojos. Solo hasta entonces me percate que detrás de sus lentes se ocultaban unos hermosos ojos azules, vivaces aun para su edad.

-¡Me fascina la soledad, el solo hecho de estar solo es para mi un narcótico!- una leve sonrisa se dibujó en su rostro.- Nadie te molesta, Nadie de perturba, nadie te incomoda, y sobre todo puedes contar estrellas de mar sin ninguna clase de interrupción.

Decepcionado por mi hallazgo decidir salir de aquel lugar. Había comprobado que el hombre más solitario del mundo era también en más desquiciado, ¿a quien se le ocurría pasar el tiempo contando estrellas de mar si podía emplearlo con la lectura de algún libro?

Dispuesto a marcharme, un sollozo que provenía del interior del faro me detuvo. Entré nuevamente y encontré en el suelo al senil hombre llorando con angustia.

-La realidad es que no me gusta la soledad, odio vivir solo, pero sabe es algo que no determino yo sino que me fue impuesto desde que nací. La vida eligió por mí el destierro. Si fuera por mi voluntad estaría rodeado de gente.

Lo mire esta vez con compasión y le ayude a levantarse. No comprendía sus palabras así que le pedí una explicación.

-Le voy a mostrar el motivo de mi aislamiento, a más nadie se lo he mostrado, pero usted me inspira confianza, espero que me entienda. Y quitándose el zapato me mostró su pie derecho-¡Este es la razón ¡

Confundido aun más le lancé una mirada de desconcierto. No entendía absolutamente nada.

-¡No finja que no lo ve!

-¿Ver que?-le pregunte

- El dedo gordo de mi pie, ¿no ve lo torcido que esta? ¡Por Dios es algo tan notable, que hasta un miope se daría cuenta!- y comenzó a llorar. Si no fuera por este defecto me hubiera acostado con mujeres hasta la saciedad y hubiera hecho amigos por montòn ¿Pero quien seria capaz de aceptarme así?

Me retire en silencio mientras el hombre sumido en su desesperación hacia todo lo posible para mostrarme su defecto. Nunca hubiese imaginado que el motivo que incitaba a estar solo al hombre mas solitario del mundo era el prejuicio propio de un dedo levemente torcido. Vaya sorpresa.