Estábamos en la feria anual de la ciudad. Era hermoso ver la cantidad de cosas y lugares que habían dentro de ella: dos enormes toldos donde vendían toda clase de cosas como ropa, sábanas, edredones, lámparas y en fin, muchas cosas; también había pasacalles, demostraciones de magia, vendedores ambulantes que te ofrecían galletas, chicles y gaseosas, juegos mecánicos y varias cosas.
Después que mi mamá, mi tía, mi primo y yo saliéramos de uno de los juegos, nos dirigimos a una de las bancas del gran camino para almorzar pues era más allá del medio día.
- Sonia, quédate un ratito con los niños mientras voy al baño le dijo mi mamá a mi tía. No te preocupes respondió. Mientras volvía, estuvimos viendo un pasacalle de unos payasos vestidos de superhéroes.
- ¡Sonia, ¿dónde están los niños?! preguntó mi mamá cuando volvió. Están en el grass jugando respondió mientras volteaba para señalarnos pero se dio con la sorpresa que no estábamos. ¡No están! gritó mi tía, mi mamá le dijo que cómo era posible que se le escaparan y, mientras discutían, se dedicaron a buscarnos.
Después de algunos minutos y unas llamadas por los parlantes, que no escuchamos, mi mamá nos encontró en la parte superior de un juego, el Pulpo. Este juego era como la resbaladera sólo que dos extremidades servían de escaleras para subir y las otras seis servían como toboganes.
- ¡David! ¡Juan! ¡Quédense ahí, no se muevan!- gritaba mi mamá mientras subía por la una de las escaleras, arrinconando a todos hacía un lado para poder llegar a la parte de la cabeza.
Una vez que llegó arriba, no nos encontró, ya habíamos bajado por los toboganes. Señora, tenga su asiento le dijo el trabajador que estaba en la parte superior, dándole un felpudo donde sentarse y resbalarse con mayor tranquilidad y rapidez.
- usted está bien loco si cree que voy a bajar por el tobogán, voy a bajar por la escalera dijo mi mamá. Miró por una de las salidas de la cabeza del pulpo y pudo ver a mi tía que estaba con nosotros dos, bien agarrados de las manos.
- Baja Angélica, ya los tengo aquí gritaba mi tía sin saber el problema en el que estaba metida mi mamá.
- Voy a bajar por la escalera y punto insistía ella ante la petición reiterada del trabajador del juego. Señora, es la única forma, tiene que bajar por la resbaladera le dijo mientra mi mamá miraba temerosa por el umbral de la escalera Bueno, no tengo otra forma de bajar por lo que veo terminó aceptando.
Agarró el felpudo, se sentó y, agarrándose de los costados del tobogán, empezó a deslizarse. - ¡Pero suéltate mamá! ¡Sí tía, suéltate! ¡Vamos Angélica, date prisa, suéltate! le gritábamos para que ella dejara de agarrar el tobogán y sacara sus pies de los bordes pero no nos escuchaba y no creo que le haya interesado hacerlo. Después de unos siete minutos llegó al fin a la parte inferior, habiendo formado una gran cola en las dos escaleras de subida y con un miedo que pudo más que su cólera por nuestra travesura.
Ya en casa, un poco más tranquila, respiró y empezó a corretearnos por toda la casa, gritando que ese día nos bañaría en sangre
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