Apareciste de la nada, siendo que ya eso es mucho, aún así apareciste.
Creo que en algún momento, te divisé, mas fue un abrir y cerrar de ojos...íbamos caminando por el pasillo de la escuela en sentidos contrarios, como aquel niño que va al negocio cuando todos ya han comprado.
Un par de lustros, tuvo que pasar para que te viera de nuevo, tú más mujer, yo más hombre.
Ahora nuevamente nos divisamos, en pasillos más grandes, pasillos con vidas en cuestas; ahora vengo de vuelta de las compras y tú vas por aquél pasillo a realizarlas.
Me miras, sonríes...me preguntas que hago acá, no respondo, pues es tu sueño; me besas y yo no lo sé, hubiese querido estar ensoñando contigo el amanecer que no fue.
Volvemos todas las tardes a aquel pasillo, a distintas horas, escribes en el mural sabiendo que leeré tus mensajes, escribo en el mural sabiendo que leerás mis mensajes.
Has cambiado, quisiera volver a ser aquél niño aprehendiendo que las compras se deben hacer más temprano -en compañía- para verte comprar.
He cambiado, y en tus notas he inferido que te hubiese gustado comprar más tarde, para acompañarme.
Caminos distantes que se juntan eclécticamente en nuestros sueños, mis sueños que se extienden a la hora de engañar a mis amantes...sigues en la retina, recuerdos de un instante que se apagó en aquél pasillo, mas mis pasos siguen paseando, corriendo rumbo al negocio, mirando hacia atrás viendo a la niña-dama que veré más tarde.
Han pasado varios lustros ya, y ahora después de tantas letras en nuestros muros logro conocer a la joven de antaño que nunca mis ojos vieron, a quien se encontraba detrás de aquel uniforme azul, aquel uniforme que escondía el dulce sabor de los pétalos que cubrían y que cubren tu piel.
Joven dama te invito a pasear por un par de minutos, a descubrir el trayecto de aquel pasillo, que aunque dure nuestro paso una sola tarde, tendré el dulce sabor de haber enmendado el paso por tantos pasillos errados... y conocerte. |