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Inicio / Cuenteros Locales / Magerkurth / Diálogo con Jesús de Galilea

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Hace varios años atrás, paseando por Galilea y después de un par de intentos fallidos, me encontré con Jesús, un carpintero revolucionario de los alrededores de Nazareth que al poco tiempo se hizo más famoso de lo que por entonces era.

-¡Hola, Jesús!, ¡Qué casualidad! A Usted lo andaba buscando hace unos días -le dije con entusiasmo, apenas lo divisé.
-¡Hola! Mejor acércate, que si gritas mucho te vas a echar a perder la garganta.
-Pucha que es difícil ubicarlo. Hace poco vine por acá a ver si lo pillaba. Andaba en una gira, me contaron.
-¡Aaaah! Debe ser cuando andaba en Caná, por aquí cerca. Me deje caer a un matrimonio que hubo allá. Estuvo re bueno.
-Ah, sí, de veras. Hasta yo supe. Me contaron que hubo harto vino, y por cortesía suya.
-Era lo mínimo que podía hacer.
-¿Usted toma?
-¡Claro! ¿Quién no? Obviamente de vez en cuando, una copita al almuerzo o algo así. Siempre con moderación. ¡Ah! y tutéame nomás. Mientras menos formalismos, mejor.
-Ah, súper. Lo que pasa es que quería ubicarte para saber tu opinión sobre algunas cosas. ¿Muy ocupado?
-Siempre. Pero no tengo inconveniente en responderte. ¿Sobre qué cosas quieres preguntar?
-Nada muy cabezón. Cosas de la contingencia. De estos tiempos.
-A ver, dale.
-Tiempo atrás anduve por Jerusalén, y vi el tremendo templo que construyó Herodes hace unos años. Es gigantesco. Todas esas columnas, los pórticos inmensos, la suntuosidad... y no sólo arquitectónica.
-Sé cuál es el punto que quieres tocar.
-Y luego de recorrer los patios, se me ocurrió entrar a ver cómo era adentro del templo…
-Adentro es más lujoso todavía.
-Pucha, pero no pude entrar. Me atajaron en seco unos guardias, que notaron que era extranjero y no me dejaron pasar. Me quedé con las ganas.
-Aah, sí. Son bien pesados esos guardias del templo. Pero te puedo asegurar que adentro abunda el oro, el incienso y la mirra.
-Hay harta plata ahí.
-Yo diría que hay más oro. La plata es escasa por acá. Te creo si lo dices en sentido figurado.
-Eso, eso. Bueno, Jesús ¿y qué piensas de todo ese lujo en la llamada Casa de Dios?
-Una contradicción horrenda. Más se asemeja a un templo egipcio, supurante de mercaderes y perdularios, con riquezas mantenidas por sacerdotes vestidos de las más finas telas, mientras la mayoría del pueblo que habita alrededor apenas tiene cuatro varas y una manta para levantar una tienda para pasar la noche.
-Pero el argumento que se utiliza para justificar toda esa inversión fastuosa es que todo servicio que se oficie en nombre del Señor debe tener lo más espléndido que ofrezca la creación para honrarle: oro, piedras preciosas, mármoles, etcétera.
-Más espléndido es advertir el equilibrio que existe en la creación. Un edificio descomunal como ese carece de todo equilibrio. Lo primero que cualquiera (que no sea necio) debe apreciar ante ese espectáculo de soberbia es la evidente desigualdad.
-¿Por mucho que ese «espectáculo de soberbia» sea en honor a Dios?
-Cuando digo «Dios es amor», en las criaturas el amor de Dios se manifiesta en actitudes como la Caridad, pero en la genuina caridad, cuando se comprende al otro, cuando se está en el otro y se sufre con el otro, cuando se toma partido por aquellos que más necesitan del amor del prójimo. Semejante construcción recuerda más el palacio de cualquier reyezuelo terrenal.
-Eso que dices se ve aun más grave al ver a la clase sacerdotal, que supuestamente debe ocuparse de acercar a la gente a su Dios, y que más bien toma distancia de ella, creando una barrera inexpugnable en base a sus conductas ufanas, a su fuero, a su poder para aplicar la Ley según su criterio, a su monopolio de interpretación de las Escrituras.
-Esa es la soberbia del hombre. La tierra puede estar llena de maestros de la Ley, pero en verdad te digo que si ellos no son capaces de lavar los pies de otro con humildad, entonces ninguno de ellos es un ejemplo válido para más que hipocresía. Se cubren de lino y alhajas de oriente, y se pasean por las calles de Jerusalén con aires de omnipotencia, para luego recitar los libros en hebreo con aparente devoción, mientras el pueblo, que habla arameo y no hebreo, impresionado por la opulencia de su atuendo y palabra, los considera príncipes y representantes de Dios en el mundo.
-Bueno, pese a la ocupación romana, buena parte del poder político la conservan ellos, los sacerdotes.
-Los gobernantes buscan confundir las cosas terrenales con las celestiales, para que se legitimen unas a otras de manera que les acomode y que les permita seguir siendo tratados como potestades.
-¿Y qué solución ves tú a eso?
-He dicho en otro momento, que ha de darse al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
-Hablas de la separación entre la religión y el Estado.
-Ha existido por mucho tiempo la confusión de ambas cosas, pues cada pueblo de la tierra solía y suele tener su propio dios. Yo no hablo hoy de un Dios de los judíos, como podría hacerse de una Diana de los efesios, o de un Horus de los egipcios. Aunque tengan leyes distintas y gobernantes distintos los gentiles y los judíos, hablo de un Reino al que todos pueden entrar, sin excepción. Los tributos y la política extranjera no son materia de los fariseos, que quieren tener su mano puesta en todo.
-Pero la Ley mosaica se considera dictada por Dios, partiendo por sus Mandamientos. ¿Puede discriminarse lo político de lo religioso, partiendo desde esa base?
-Cierto dices, pero cierto es también que las leyes en el mundo obedecen a los cambios del mismo mundo, y a sus circunstancias. Ve y léelas con inteligencia. Por eso he hablado de un mandamiento nuevo que sí trasciende los días y los límites de los imperios, que dice: «amaos los unos a los otros».
-Suena hermoso. Diría yo, suena como la clave para solucionar los problemas sociales.
-Por eso he dicho también «amaos los unos a los otros» y no «que cada uno ame a los otros». El amor es social, es colectivo y requiere de otros, tanto para darlo como para recibirlo. Me dicen «Rabí ¿cómo puedo salvarme?», exigen redención y anhelan ser hechos hijos de Dios, perdonados por sus pecados y premiados por la eternidad, pero sólo hablan por sí mismos. He sido enviado para salvar al mundo, y no para que cada uno busque su egoísta salvación personal, sin importarle lo que puede ocurrirle al otro. De nada sirve si se permite la pobreza y la marginación, o si no se tolera al otro porque tiene costumbres diferentes o aspecto diferente.
-O leyes diferentes, como has dicho.
-Así es.
-Tu visión es revolucionaria.
-Por eso he dicho que he venido para enfrentar al hombre contra su padre, y que no he venido a traer paz, sino espada.
-Ojalá tu mensaje no se malentienda en el tiempo.

Texto agregado el 16-10-2008, y leído por 188 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
18-11-2008 Tá bueno, aunque la visión de un Jesús revolucionario no es nueva. Me recuerda al Evangelio según Jesucristo, de Saramago, ¿lo has leído? En cualquier caso, la idea de ese amor fraternal sigue siendo bonita. Siempre y cuando no venga un gurú y te monte una secta para conseguirse una orgía gratis. Que es entendible, claro, no va uno a montar una secta para pasarlo mal, caray. Aunque se dio el caso de uno que montó una secta para conseguir una Mirinda de naranja bien fresquita, un refresco que ya no fabrican. Finalmente se pasó al zumo de tamarindo, pero eso es ya otra historia... moebiux
16-10-2008 ya y? spoonkyanacleto
 
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