La verdad me desubiqué, creí que aquí era una especie de querido diario donde podía contar mis intimidades y publicarlas a un lector cautivo. Al menos me gustaba la idea, sinceramente. Es muy cómoda -pues- porque no tengo que inventarme personajes, ni pensar en una historia ni tramar ideas, ni nada de nada: en seco: no soy competente para eso. Pero me gusta escribir. Es un mero ejercicio. Podría evitármelo porque no cumple con los fines esperados, pero ya que los postmodernistas han quitado la cuestión de los fines y que todo se vale excepto no hacer valer todo esto, pues bueno, me atrevo a no inventar.
Pero qué le vamos a hacer, las letras suelen engañar. Así como el tipo más divertido puede ser pésimo para escribir, así la tipa más aburrida puede proyectar lo contrario con las letras. Algo así me pasó cuando practicaba la escritura, proyectaba una idea tan segura de mí misma, que hasta divertida podía ser como si de veras tuviese otro talento que en la vida cotidiana no poseo. Si de veras lo logré como me lo han dicho varios, debo tomarme más en serio la escritura. Pero son purititas tonterías. Eso de ser interesante sin serlo tiene sus consecuencias. Mi hermana me lo decía, "es que creen que eres mistoriosa, pero la neta no". Y es cierto, porque ni siquiera pretendo ser lo que por momentos podría parecer que puedo hacer, tengo el estima baja, pues, porque engaño a todos, menos a ya saben quién, es más, soy solitaria y me gusta conocer gente mientras esa gente no se me acerque demasiado, porque después todo se torna aburrido, cansado... como este mismísimo dizque cuento.
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