Todo estaba más o menos claro, había que comprar esto y luego lo otro para que la casa se fuera viendo bonita, llena y confortable. Pero había que esperar varias quincenas para lograr la misión completa, a pagos chiquitos la cosa se hacía eterna, pero no había de otra. Fue entonces cuando nuestra vida se hizo de hacernos de cosas sin alimentar nuestro espíritu... La otra vez ya no teníamos ni de qué hablar en la mesa, eran tantas y tontas mis preguntas y más tontas sus respuestas que teníamos que hacer algo.

Nos pusieron la música, fue la única vez que quise bailar enfrente de todos, porque vamos, yo no soy una tipa espontánea, al contrario, soy muy seria, introvertida, tímida y sin talento. Pero esa vez acepté. Tenía ganas de hacerlo, de besarlo mucho por las tantas veces que dejaría de hacerlo, porque sí, el futuro era pronto y tan pronto que ya era el día en que había que tomar mis maletas. Seguramente ahora haya un nuevo color en la fachada y esté remodelada la calle principal, pero son cosas que ya no me corresponden vivir.