Te quise varias veces, en muchos momentos: al despertar, en el crepúsculo y antes de soñar contigo, mas tú nunca me dejaste amarte, pero aún querías, y yo no se bien qué. Largo fue el camino, penosa la despedida, que temí vomitara mi boca, pero al cerrar las cortinas de lo que nos permite ver, me encontré parado ya muy lejos de los bis veos que jamás logré descifrar, vacío y ya muy distante de ti, a pesar que todo tenía tu nombre, fue entonces cuando hallé la solución, cambiarlo todo a mi favor, así al Sol llamé Luna, a las estrellas arena, a la noche mar, a la promiscuidad puse mi nombre y al desamor el tuyo, al amor nombré amor, púes eso es lo que es, el riesgo de llamarle de alguna otra forma podría provocar muta en mí, en mi espíritu; a despertar llamé realidad, al olvido y la duda “estoy aquí”. Para ese entonces algo de sentido había retomado y pude concluir que:
“Bajo el calor de la Luna, echado en las estrellas me ahogaba en un mar de desolaciones, creyendo en varios matices de mi sombra, odiándote, amando al amor, asfixiándome en este mundo, en estar aquí, acordándome de ti...”
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