Sin comprender, estaba allí, bebiendo mi café junto al hermoso lecho del río Trancura.
Un incontenible influjo me arrastro hasta su orilla, mientras los demás pasajeros sin prisa terminaban su merienda en la hostería, para continuar viaje.

Estaban unidas, mi mirada se clavó en ellas y mi cuerpo se estremeció al punto de quedar hipnotizado ante la singular energía que juntas irradiaban; algo turbada ante tal sensación incontrolable me puse en cuclillas, dudé un momento si tomarlas o limitarme a mirarlas, no obstante, la misma fuerza incorpórea que me arrastró hasta allí me obligo a cogerlas. Las acuné en mi mano, produciendo un efecto absoluto de éxtasis, una era oscura de aspecto ovalado; la otra más clara con la misma forma, como si el paso del tiempo transmutado en siglos las hubiera parido gemelas desde el vientre de la madre tierra absorbiendo el alma del universo entero. Supe que eran la señal que solo una vez la vida nos marca y siguieron viaje conmigo hasta Bahía Blanca. Como un día cargó Aarón a urim y tumim sobre el corazón; así atesoré mis piedras sabiéndome portadora de un misterioso secreto que solo la vida podrá develar. Ya no están juntas, errar es humano y equivoqué la señal; la naturaleza puso en mis manos la fuerza de la vida y volver a reunirlas es hoy la misión.