Estoy comiendo alimentos una sola vez al día,
pero ocurre que lo hago con tanta voracidad que asusta, entonces, las ensias se lastiman,
los dientes se aflojan, y en lo que se refiere a la imagen, paresco un lobo hambriento.
Aparte que en ese acto me tomo una botella de vino blanco con hielo, más una cerveza de litro. Quedo tan lleno que hasta el otro día no deseo probar bocado.
Pero insisto en decirles que es un rumbo equivocado. Tengo cincuenta años, casi no tengo muelas.
Añoro escuchar nuevamente aquel sonido de cuando se muerde una manzana quitandole un trozo.
Necesito comer bastante, una vez que muerdo el primer bocado ya no logro detenerme.
No obstante soy de contextura normal.
Acostumbro salir a correr, trotar; siempre almuerzo en restoranes, pués vivo solo, no sé cocinar. Igualmente pido puré, cosas blandas, legumbres, pizza, empanadas. Trato de dar bocados pequeños y luego sin mucho masticar tragarlos. Me he atragantado varias veces, pero bueno sigo adelante tratando de concervar la dentadura que me queda.
Cuando un bocado se atasca atragantandonos, recomiendo no beber agua, pero si hacer la pantómima con el vaso arrimado a la boca,
para ayudar a que la comida pase al estomago,
dando mínimos sorbitos de a poco.
Estoy en un tenedor libre aprestado sobre el patio de comidas, mostrador donde se colocan las fuentes, con un plato de losa blanca.
Voy a comenzar por los fiambres, jamón crudo,
bondiola, quesos varios, rodajas de salamín picado grueso, aceitunas, pan.
Primero bebo la cerveza y recién después el vino.
A mí la picada me place comerla con las manos,
gironeando la carne para luego tenerla un buen tiempo como saboreandola antes de tragar.
Con el queso me pasa algo parecido lo chupo cuál caramelo.
Cuando regresé a la mesa había una mujer sentada en mi lugar, entonces la encaré diciendole que está todo bien, que puede quedarsé, pero le aclaré que el mozo ya venía con la cerveza, que yo estuve sentado primero. Ella me contesta que no habia nadie cuando ocupó la silla, ningún indicio de que la mesa tuviera dueño.
Me tuve que disculpar dandole la razón,
y hacerme de un nuevo asiento en el sector de fumadores.
Hay otra señora en la mesa vecina que está con un cigarrillo ensendido, viniendo el humo como una vivora directo hacia mi cara. Le pido si por favor puede correr el cenicero que me está matando.
Aparte de disfrutar comiendo me agrada mirar a la gente hacer lo mismo, observo sus platos y la manera de comer, trato de encontrar sabias respuestas observando la acción del público.
La bondiola tiene un sabor anizado, es un fiambre espectacular, enorme.
Las aceitunas, para mí son sagradas, cuando las estoy cortando dando circulos sobre el carozo,
siempre rezo, de rezar, de pedirle a Dios.
Hay un tema que esta en danza, en todo el mundo,
sobre los mercados de valores que han perdido porcentuales de sus patrimonios, que alcanzan hasta el veinte pociento, pienso se está gastando mucho en poderío militar.
La gente quiere desprenderse a toda costa del imperialismo, pero que pasará cuando allí se invente una vacuna importante, o los autos anden a energía eléctrica.
Solamente dejé en el plato la grasa del salame.
Y la mitad de la botella con birra.
Pero siento que me duelen los dientes, y aunque me moleste hacerlo decido marcharme.
Cuando estoy saliendo me topo con una amiga de hace muchos años, ella efusiva me estampa un beso en los labios, haciendome doler los dientes de abajo.
Belén hizo que tuviera que volver a entrar al restorante chino.
Nos sentamos bastante lejos de donde estuve antes. Ni por un segundo paramos de hablar recordando el pasado.
Pero igualmente luego de solicitar un vino de la casa, volvi a la carga por unos ravioles con estofado. Belen se perdio en la fila de los langostinos. Finalmente Belén se sirvió un matambrito a la pizza, con puré de calabaza.
Es muy bonita pero no me interesa volver a conquistarla. Se que después del almuerzo quizá nunca volvamos a vernos.
Luego, de juntos a viva voz hacer un inventario completo del pasado, se produjo un largo silencio.
Yo no desconosco que existen grandes probabilidades de arreglarnos, pero no hago más que hacerme el idiota, esperando que Belen,
si lo desea, haga la indesente proposición.
La salsa estuvo agria, la carne del guiso fue hecha con restos de asado, pero no me arrepiento,
igual estuvo bueno.
Antes de levantarme por más alimento Belén pisó mi pie, sacando la punta de la lengua como riendo.
Estoy en la fila de la parrilla haciendome la cabeza con el futuro inmediato, porque veo que esta relación continuara después con los protagonistas durmiendo la siesta.
Pobre Belén. Yo no tengo problema en tener relaciones sexuales con ella, pero pasa que vamos a quedar sentimentalmente ligados, volviendonos locos porque sinceramente no existe ningún amor entre nosotros, pero ocurre que a fuerza de caricias lo vamos a sentir, y al sentirlo haremos un encuadre erroneo poniendonos nuevamente a noviar; luego pasando por momentos desagradables en la inminente separación.
Yo siempre le sugiero al parrillero que por favor me sirva un bocado de cada cosa; y cuando esta cortando le remarco que sea discreto.
Me encanta la variedad, siento que depara una energía totalizadora.
Belén pasó a los postres, con ensalada de fruta, más dos bochas de helado.
Y salió el tema no más, se explicitó el deseo de volver a estar juntos.
Argumenté que no concidero conveniente comenzar de nuevo, porque van a pesar las misma cosas que nos separaron, deparando contrariedades que desconocemos donde terminaran. Sin embargo Belén hizo una incómoda pregunta, si no valdría la pena hacerlo por una única vez. A lo que tuve que detenerme a pensarlo, pero estimo que aceptaré.
Ella se sentó a mi lado tomandome de la mano,
pero igual esquivo su presencia alejandome en busca de más alimento.
Cuando regresé con otro plato cargado,
de brotes de soja, papas con mayonesa,
y atún frío, Belén se había retirado dejando una nota de despedida. Concidero que es lo mejor que pudo haber hecho ya que lo nuestro no iva a funsionar.
Los dientes comienzan a molestarme nuevamente;
ignoro si existirá pero tengo pensado colocarme aparatos de acero para sugetarlos entre sí.
Me gusta comer con las manos para estirar el tiempo evitando el atragantón. Pero cuando vengo a los tenedores libres siempre pruebo un poco de cada cosa, haciendo en mi panza un verdadero zafarrancho de combate.
Estan festejando un aniversario de nacimiento,
y han colocado la tan conocida marcha del cumplaños feliz.
Un niño que huye de su madre pasa corriendo con un globo colorado y se apresta a dar vueltas a mi alrededor. Me puse de pie y me dirigí a saludar al agazajado. Ellos enseguida me sacaron una foto abrazando al del cumpleaños. E invitandome a participar del festejo.
O sea que volví a la cargar, por un nuevo plato con mariscos, casualmente en otro lugar distinto pero parecido a un mar, puesto que las paredes con salpicré están pintadas de azul eléctrico.
Ya no me preocupa el cuidado de los dientes no importandome masticar un poco demás;
me hace feliz imaginar que encontré nuevas amistades, con eso bastandome para no percibir dolores.
Nadie me hace preguntas, yo solo tuve que decir mi nombre.
El muchacho del cumpleaños es el padre del chico del globo, se llama Lisandro, hoy cumple treinta años; y no deberá tener que abonar su parte pués es costumbre de la casa invitar al homenajeado.
El niño se sentó a mi falda diciendome padrino Alberto, haciendome ruborizar. Aunque seguí adelante sacudiendo mis piernas para hacerlo jugar a que iva en un carro. De pronto, sin querer,
de una patada hizo caer un plato con bastante ensalada con mayonesa, afortunadamente no ocasionando ningún accidente fatal. La abuela le propinó una leve paliza, y lo sentó a su lado.
En la mesa de Lisandro, está su madre Amelia,
el hermano con la cuñada, la señora de Lisandro,
más el hijito que le dicen Pepe pués se llama José,
una sobrina hija del primer matrimonio de Rodolfo, hermano del que cumple años, llamada Helena,
más un amiguito de Helena de la escuela;
y por ultimo yo, que en pocos minutos me alzé de la familia que nunca tuve.
Sin dudas la papas fritas también son sagradas para los Argentinos, porque siendo un alimento económico es el más elegido por la mayoría;
aquí, en este sistema de autoservicio, se aprecia con más vehemencia esta obvia teoría,
puesto que estando tibias casi frías y habiendo tanto para elegir, igualmente encabezan el rankin de los más elegidos.
De todos modos, noto que no hay buen clima entre ellos, subyase una cuestión de una herencia,
imperando una tensión subterranea de mala onda.
Amelia, la viuda del padre de Lisandro y Rodolfo,
insunó que estaba llevando una cuenta secreta,
de los gastos para luego descontarlos de los bienes a recibir. Además de no poder disimular las preferencia por Lisandro, Amelia amenaza con quedarse con la parte que le corresponde a su hijo menor.
Rodolfo no dice nada pero parece sentir profundamente esa amarga decisión despreciativa,
porque practicamente lo están economicamente sosteniendo por encontrarse desocupado,
aunque permanetemente le hacen recordar,
que por algún lado tendrá que saldar la deuda.
Es evidente que Rodolfo se encuentra indefenso no pudiendo hacer ningún descargo. De alguna manera, al ser tan inoportuno este momento de hacer emerger el tema empiezo a solidarizarme un poco bastante con él.
Igualmete entre plato y plato se desarma la reunión zafando un poco las tensiones.
Una manera de decir, hice un desastre con los mejillones, carge demasiado el plato al punto que el dueño del restorante me hizo señas de que aflojase un poco que así no iva alcanzar para todos.
Son las trece treinta, al momento bebí demasiado alcohol, al punto que supe imaginar que ocurrirá una tragedia griega, presintiendo que nos mataremos a cuchillazos, pero en lo personal nada puedo hacer por cambiar las cosas,
recién nos estamos conociendo; prefiero disimular, hacer que no entiendo.
Helena con su amigo se retiraron antes de tiempo dejando un espacio libre, entoncés desplacé mi cuerpo ocupando ese lugar, encontrandome una fuente olvidada con ensalada de palmitos con salsa golf, no pudiendo recistirme volví a la carga por un poco de vitel toné como acompañamiento.
Cuando estoy sirviendo unas rodajas de peceto,
una muchacha que está a mi lado,
pegó un alarido tremendo, enseguida señalando la bandeja en cuestión para que yo sea testigo, asegurando que entre la zanahoria rallada hay una colita de laucha, y además de un poco de sangre en el fondo del recipiente.
Miré de reojos pués no quería impresionarme para continuar comiendo sin remordimientos,
pero efectivamente divisé algo parecido a los que la mujer dice haber visto.
Pero ocurrió que un empleado de la casa agarró la fuente ocultandola rapìdamente perdiendose por una escalera que conduce a la terraza.
Para todo esto, fue tan grande el escandalo que armó esta mujer, que los oficiales que estaban apostados en el patrullero de la esquina tomaron cartas en el asunto, quedando señalado como el único testigo válido. Para lo cual tuve que mudarme de mesa para declarar allí mismo,
disimulando la borrachera para no quedar invalidado.
Puse como condición que me permitan continuar almorzando, puesto que hasta mañana no volveré a ingerir bocado.
Me despedí de Lisandro y familia, deseandole buena suerte para todos. Después cargué un nuevo plato con almondigas con arroz y me senté frente a la maquina de escribir donde en breve nos tomarán declaración, con un vaso de agua mineral.
La denunciante se encuentra a mi lado incentivandome para que favorezca su versión de los hechos.
Yo declaré que lo que ví podría llegar a ser lo que se denuncia, una cola de rata, pero que no lo podría aseverar porque era un cabito gris que bien podría ser otra cosa, en cuanto a la sangre sinceramente no la alcanzé a mirar, estaba confundido por los gritos de la denunciante.
Finalmente al postre lo tuve que comer en pleno reportaje televisivo.
Yo tengo que descansar la siesta, debería retirarme cuanto antes. Que aunque más no sea,
cuanto menos pueda dormir una hora de cincuenta minutos. Sé que antes de ese tiempo nada podrá despertarme, hacerme abrir los ojos.
Pero han invitado a quedarme, cobrandome solamente un cubierto, incluyendo el café.
Tomaré prestado minutos del comienzo de la sita de esta noche, agradeciendo con mi presencia,
quedandome a la sobre mesa.
Me despedí pronunciando un chascarillo:
En la vida me he masturbado tanto, que una vez entré a un hotel alojamiento sin compañia de nadie.
Estoy apoyado en la vitrina de entrada con la cabeza aún metida en el comercio,
los chinos me llaman para decirme algo pero ya no puedo entender más niente.
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