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Él estaba, solamente éso, él estaba, él sólo era presencia desde el momento en que fue creado, supo que su misión era estar, simplemente estar.
El karma de su existencia era estar, él no podóa darse el lujo de sentir.
De sentir el calor , cuando el tibio sol de la primavera tocaba su rostro en las mañanas.
Cuando los niños correteaban a su alrededor jugando y bromeando.
Cuando las inclemencias del tiempo lo castigaban sin piedad y él nada podía hacer, solamente estar,nada más que estar.
Cada gota helada, cada chubasco, cada ventisca todo lo soportaba estoicamente, pues sabía no podía renegar de su suerte, para ello había sido creado.
Él no sabía si la soledad lo abrumaba o si el silencio lo angustiaba.
Él no podía emocionarse con el canto de aquellos pajarillos que tarde a tarde, visitaban el lugar huyendo ante cualquier movimiento suyo, por mínimo que fuera,
ni para enojarse , cuando los perros mordisqueaban el ruedo de sus pantalones dejandolos hechos jirones, no, él todo lo soportaba.
Él sólo era presencia, como cuando el temporal arrasó todo lo que aquel hombre había conseguido con tanto esfuerzo y él, nada pudo hacer, ni siquiera secarle las lágrimas de impotendia en aquel momento,o quizá compartir su dolor fundiéndose en un abrazo de consuelo y apoyo, pero no, él no podía.
Él sólo debía permanecer allí, testigo de todo sin hacer nada más que estar, ése era su destino, al fin y al cabo, para éso lo había creado aquel hombre, él, era sólo un espantapájaros...

Texto agregado el 13-10-2008, y leído por 110 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
25-10-2008 estrellas y mas estrellas que buena historia sorprendido quede felicidades***** guero
15-10-2008 Había una vez un espantapájaros llamado Tobi. Su creador, un sencillo labriego, le dio vida para ahuyentar a los cuervos que llegaban a destruir sus cosechas. Tobi fue la única estrategia que encontró aquel campesino para garantizar sus cultivos. Y es que estas aves de rapiña, además de comerse las semillas recién sembradas en su huerta, se reunían cada noche para sobrevolar la parcela. Como estos animales tenían la costumbre de volver al mismo lugar cada noche, Tobi permanecía sujeto al frente de sus prados, sólo para asustarlos. Nada les provoca tanto terror a estos sagaces animales como la vista de un cazador, seguida de la explosión de su arma, pues saben que los tiros de él son fatales para su especie. Sin embargo, una mañana cualquiera el hombre del campo se levantó y divisó a lo lejos sus cultivos completamente arrasados: los buitres ‘hicieron de las suyas’. Vio con extrañeza que Tobi no estaba. Su hijo, un tierno niño de 9 años, se había llevado el espantapájaros para su cuarto. El pequeño le dijo a su papá que se había hecho amigo de Tobi y que él era el único que podía hacerle conciliar el sueño. - “Papi, Tobi espanta a los fantasmas y por eso yo lo quiero conmigo”, le dijo. El niño era muy nervioso. Le daba miedo la oscuridad y se trasnochaba por culpa de las pesadillas. Además, al lado de Tobi, ya no le daba temor el ruido de las chicharras, ni los relámpagos de la lluvia. Todos tenemos muchos cuervos rondándonos y necesitamos a un Tobi, antes de que estos crueles logren acabar con nuestros sueños. Te Saludo con afecto macacay
13-10-2008 Y si uno tuviera solo un poquito de esa paciencia del espantapájaros... Que gran historia, yo pensaba que seria un dios, un preso, un enfermo... El final es tan sorprendente Legnais
13-10-2008 Le diste una vuelta de tuerca y sacaste una historia distinta. chapicui
 
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