Dicen que en la casa número setenta y dos de la calle San Nicolás, en Madrid, se puede encontrar un restaurante en dónde uno puede comer por horas, días, años y nunca dejar de tener hambre. Dicen que en la costa del mediterráneo, hace justo un año-y-un-día, a las siete con nueve minutos y tres segundos de la tarde, un hombre le terminó de recitar (…El cielo es más y más azul, y vos más y más linda) un largo poema de amor a una mujer desconocida y que minutos después partieron en un velero y nunca más se los ha vuelto a ver en tierra o en mar. Dicen que el quince de marzo de cada año, Julio César regresa a la vida y durante veinticuatro horas atormenta y revela los secretos más oscuros de la gente más poderosa de Roma, y que minutos antes de regresar a su tumba lanza una advertencia que nadie nunca escucha. Dicen que una noche cada diecinueve años, en una carretera en México, un coche, con una calavera pintada en el cofre, pasa las horas embistiendo de frente automóviles de color rojo y que al final las víctimas son enterradas en un árbol que suda sangre. También dicen que si uno regresa de una cierta playa en el Caribe con cinco joyas rojas, tres amarillas, y una verde y se las entrega a un viejito que-siempre-está-ahí, como recompensa le será otorgada la vida eterna. Lo que casi nunca nadie dice es que en las páginas 72, 366, 793, 15, 24, 19 y 531 del diccionario está lo necesario para componer el mejor poema que alguien jamás ha escuchado. |