Mi primer amor
Mi primera desilusión
…Y lo mejor de todo: mi primera esperanza
Textos: del papá
Dibujos y diseño: de la mamá
1
Querida Hija:
No sé si me hubiera gustado mas que en vez de viajar por mi memoria, existiera talvez la presencia física y real de todas las cosas que en este momento son tan sólo recuerdos, sin embargo la vida es precisamente eso: lo que uno va recordando y sobre todo lo que uno conserva dentro de si para poderlo contar …
En 1973, en mis muy gloriosos 15 años de vida, al mundo me lo comía a puños; no recuerdo las crisis de la adolescencia esas llegarían décadas después en jóvenes citadinos ansiosos por la libertad que nosotros, jóvenes de otros tiempos habíamos aprendido en la sencillez de los sueños; puedo decirte que personalmente al verme enredado en lecturas, practicas de guitarra, caminatas y deportes no las padecí o por lo menos ahora mismo no las recuerdo.
2
1973, Mérida y sus blancas calles, y su calor tropical y su música de trovas, para mi muy particular gusto: Black Sabat en la onda gruesa y The Bread en la nostálgica; los pantalones de mezclilla que se aferraron como mi única prenda de vestir, vaqueros raídos por el uso y no como años mas tarde por los artilugios de las fabricas.
Mérida y la soda de crema morisca y los panuchos y papadzules, y las tortas de cochinita pibil en el mero centro de la ciudad, en un oscuro y patético callejón justamente al lado de la casa Montejo. El pool con los amigos, y los partidos de voleibol, los clavados en las albercas públicas y los paseos obligatorios al puerto de Progreso, mis lecturas en solitario en el mismísimo Cementerio de la ciudad o en los jardines de la Ermita y nuevamente a mi memoria el calor tropical. Pero de entre todos estos recuerdos, la sonrisa de Patricia y sus pequeñísimos ojos, la sonrisa de Patricia y sus gestos ávidos de comunicar mucho más que sus palabras.
La mujer que sin haber sido la primera ni las siguientes, era totalmente distinta a todas ellas por la más sencilla de las razones: el primer enamoramiento
3
El amor, ese velo que lentamente va nublando los sentidos, que va cerrando ojos y oídos, que va sensibilizando gratamente la piel, que va volviéndote intrépido y parlanchín. El amor, ese velo que hacía que caminara largamente bajo la lluvia torrencial de septiembre, con los tenis y las calcetas empapados, llenándome tan sólo del calor que emanaba de aquel cuerpo caminando junto a mi, secándome tan sólo con aquella sonrisa que cerraba aun mas sus pequeños ojos, aquella voz que ahora mismo tal vez seria capaz de reconocer a pesar de mediar 35 años de distancia.
El amor, ese velo, ese genio, ese duende travieso y malvado que ahora mismo hace encender tus mejillas y te lleva por lugares ajenos a tu conciencia, que dispara tu alma con el sonido del teléfono o con el presentimiento de verlo aparecer en tu sueño.
El amor, ese diablito bueno que finalmente decide hacerte la jugarreta cruel de apagar en el otro la sonrisa, y de paso desbarrancar tus ilusiones.
4
No recuerdo ahora cuantos meses fueron, lo que si puedo recordar es que ni siquiera llegamos al primer año; yo jugaba voleibol al igual que ella, compartíamos amigos además de sueños, y un buen día o mejor dicho uno muy malo, la aseveración mas maldita de todas las aseveraciones: NECESITO TIEMPO
Y entonces se derrumbó no solamente aquel sueño, se derrumbo sobre todo la ilusión de verme algún día ya viejo junto a ella.
Recorrí muchas tardes las calles de Mérida, -dolido el corazón, maltrecha el alma-, recorrí aquellas calles de la ciudad blanca, asido a mi dolor y a mi desesperanza.
Su sonrisa cada vez más, doliéndome por dentro
Y sus palabras martirizándome innecesariamente por que yo así lo pedía.
5
El amor, ese diablito bueno, poco a poco dando cabida al rencor en mi alma.
No morí como bien puedes saberlo, tampoco tuve la necesidad de echar mano al rencor y a la venganza.
El amor tiene un aliado tan fuerte como el mismo: el tiempo
Y tiene también una amiga capaz de curar todas las heridas no solamente del cuerpo, si no sobre todo las del alma: la esperanza
Mi vida fue caminando tiempo en tiempo, hubo más amores, alegrías y decepciones, unas sufridas por mi, otras por mi provocadas.
Juventud inicial y madurez tardía, sueños, ilusiones, risas, andadas.
6
¡Vida hermosa la mía!
1973 me suena lejano y con apenas unos pocos recuerdos, si me pidieras ahora mismo recordar detalles de aquellas calles que anduve, seguramente tendría que inventarte el 99 por ciento de las cosas.
La sonrisa que viene a mi memoria ya no sé si es la de aquella mujer o es tan sólo el resumen de las risas que se han ido acumulando en mi camino, no podría decirte con certeza ni siquiera si los ojos que recuerdo como pequeños, eran de ella o de la abuelita Julia.
Con todo esto, el nombre aquel: Patricia, se quedó grabado en mi memoria como para recordarme que alguna vez, -a los muy lejanos quince años de mi existencia-, me permití reír y caminar las calles de una ciudad ajena, a veces en el silencio de un sueño y a veces en el bullicio de una ilusión. ¿Enamorado? Ahora mismo no lo sé, ese mismo nombre trajo consigo una desilusión que en aquella lejanía atormentó mi vida. Esas son pues las extrañezas que trae la vida, esas son las vueltas de tuerca que giran en torno de un destino. Un nombre, un amor, un rencor.
7
Cómo habría sido mi existencia sin aquel desvarío.
Cuales habrían sido los pasos andados…
Te vuelvo a repetir: no sé si me hubiera gustado mas que en vez de viajar por mi memoria, existiera talvez la presencia física y real de todas las cosas que en este momento son tan sólo recuerdos, sin embargo la vida es precisamente eso, lo que uno va recordando y sobre todo lo que uno conserva dentro de si para poderlo contar…
Sin aquellas vivencias con certeza puedo decirte que este relato no habría tenido razón para haberlo escrito.
Tú misma, hija mía, habrías sido completamente ajena a mi existencia.
Con todo mi amor para ti, de papá
En el Otoño del 2008
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