No hay cosa alguna por decirte,
Y creo que nada de todo lo que me pasa por dentro,
Puede ser explicado con palabras.
El dolor se articula con una melodía que me pincha el alma,
Algo juega a herir el lado interno de mi piel,
Y esta garganta atormentada, impide desatar el nudo.
No existe sonido proveniente de mi.
Pero sin embargo necesito que vengas a rescatarme.
Que estés sentado en el sillón, mientras intento cantar
(Y aun así continuo en el insoportable encierro),
Que veles mis inciertos pensamientos.
Aunque la lluvia al caer lastime al toldo de chapa,
Perturbando, intolerable, nuestra concurrida soledad.
Así estaremos durante mucho tiempo.
Hasta que en un momento,
Eso que tanto hiere dentro,
Libre el capricho,
abandone el silencio,
Y todas las lágrimas que atan mi garganta
Canten, al fin, a borbotones,
Sangrarán del cielo,
Brotarán del suelo.
Y desharán de a poco mi piel.
Y después, correré hacia el sillón.
Ahí estarás vos aguardando por mí.
Y las lágrimas que se me caen de los ojos,
también oxidarán tu piel...
Luego nos encontraremos desnudos por completo,
para empezar,
de una vez por todas,
a fundir nuestras voces,
a crear un espacio invisible que flotará en el aire,
y será casi imperceptible...
y de a poquito
(casi sin advertirlo)
la escarcha de los huesos, infinita soledad,
celará el pacto.
Perderá dos almas que vagabundeaban por los laberintos.
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