Impetuosa noche que sosiegas el dolor de ese espacio vació en mi corazón que al dejarme ella nunca más pude calmar.
Tormenta pudorosa que entre tus gotas se mezclan mis lágrimas para que no me veas llorar, esta es la razón de mis pecados, de mis defectos a la luz de tus centellas, que tus truenos mi voz quieren apagar.
Siempre injusta la vida, me ha castigado con su látigo que obliga a seguir transitando en un camino lleno de maravillas fatuas que siempre hay que dejar atrás, al mirar delante no existe nada hasta que entre golpe y golpe del destino florecen frente a mi vista luces de ilusiones que se pierden o se perderán.
Muerte rencorosa, sabes que deseo tus lúgubres manos apretando mi corazón dejándome sin nada, en las tinieblas de tu obscuridad donde no existe la nada, donde todo deja de existir; pero tu no vienes a mí, porque de niño te he peleado haciéndome a tu costado en las frías noches en que la melancolía de vivir me daba esperanzas de poder seguir y allí encontrar aquello que encontré pero en su momento de gloria me tuvo que dejar ir.
El aire es espeso, me oprime contra el suelo y siento que no puedo luchar más, contra esta noche que me esconde, contra esta tormenta que no me deja expresar, contra esta vida que tanto me ha maltratado, contra esta muerte que no me quiere encontrar.