¿brindemos? Creo que es buen momento, brindemos.
la ocasión amerita unas copas desnudas, finas, para poder mirarnos a través de ellas y decir que no son nuestros ojos los que se cristalizan, son ellas que nos fingen llorar... cerca a las damas libres debemos poner el vino, uno blanco y uno tinto; beberemos del blanco, pues aún en cualquier principio todo parece bueno, puro, certero...
comenzamos a hablarnos sin decir palabras, hasta que nos decimos tantas verdades y tantos deseos que se hace necesario hablar... hace tiempo no brindamos, es un buen tema al cual comenzar a evocar, es cierto, estamos siendo sinceros, hace tiempo no brindamos en forma corporal, pero sabemos que cada crujir de copas que oímos, cada salud al estornudar, cada destape de champaña, cada motivo ínfimo nos recuerda que
teníamos un último brindis pendiente y debe ser consumado, no dejar que se pierda en la eternidad, lo disfrutaremos mas que los señores segundos o los lamentos.
ahora no nos vemos, parece que son las copas de nuevo, quieren jugar esta noche con nuestros ojos, con lo que vamos sintiendo despacio pero a kilos de sentidos naufragando en el paladar, en los labios, en el borde fino de la gota que aun no quiere lanzarse para ver donde se está mejor, y en los labios, ambos sabemos que nuestro fragor y casi mágico estado debe quedarse y aguardar más....
hagamos la pausa correspondiente para no comenzar a borrarnos de verdad, aún podemos vernos bien, aun nos amamos? ¿brindemos por ello?
Se acabó, el invitado blanco se acabó, las copas chocan una y otra vez nuestras huellas se aferran al cristal y a veces nos tocamos como cometiendo un delito, estamos brindando, nada mas, solo un ¡salud! Y punto, cerramos otro ciclo de sueños.
De mala costumbre el reloj suena doce veces, ¡un año! –grito- , sí, un año queremos que dure esta casualidad algo etílica pero maravillosa y aun queda sangre dentro de esa botella que nos ha observado silenciosa en ese rincón de la mesa de centro, lo único que nos ha separado hasta el momento.
Abres con fuerza el último pretexto para permanecer juntos, y sonreímos, como justificando algo que no puede ser, que creemos, ese rojo contenido también acepta...
¿brindemos?, ¿brindemos de nuevo? Cómo no brindar, si todo en esta falacia es bueno, muy bello, las copas comienzan a teñirse, se han manchado, elegantes damas, ocultan algo... no nos vemos, nos miramos a través de ellas, pero sus pretextos está muy gruesos y no nos vemos de nuevo... es el carmesí de tus labios? Es eso? los cristales desnudos son ahora nuestros ojos y las copas en otro brindis nos permiten tocarnos, excusando el no saber donde están las manos, los dedos, esa tibieza que se confunde con el espesor del vino, claro, si no nos vemos, y la gota roja invita de nuevo, en el borde de la copa, limitando mis labios de tus deseos, dudamos y comenzamos a cuestionar al unísono, pues hemos bebido de la misma esencia, al mismo ritmo, haciendo el mismo silencio, emitiendo los mismos gritos; ¿está bien todo esto? Ninguno quiere responderse, la respuesta está en lo que sentimos, en cuanto arriesgamos la casi nula cordura que nos va quedando, pero no es culpa del tinto, tampoco del blanco, ésta la perdimos hace algún tiempo, cuando tu copa chocó con mi vida, y ahora seguimos brindando por ello... bebemos el último sorbo del vino tinto, ¿se acabó? .... algo hay que hacer, no puede acabar... nos miramos, de nuevo estamos hablando: “Sigamos bebiendo en los cristales de nuestro ojos, están mas bellos que las copas, y bebamos carmesí que tus labios son un buen tinto...”
déjennos nos entendemos, cuando el sol nos aclare la historia estaremos escurriendo en el piso, el brindis final, el más propicio.
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