Querido Winston:
Al saber que esta carta es mía, te pido que no le des muerte con un lanza-llamas, hijo de puta, como lo hiciste con mi tía Clarita apenas te enteraste de que era pirofóvica. Tampoco le dispares con tu rifle para cazar elefantes, como también se que tienes, cabrón, dado que con un proyectil de ese arma se la encontró muerta a mi madre (luego de haber sido violada de 32 maneras diferentes, según el informe forense).
Pero no estoy enojado contigo por eso, ni por haber seducido a mi mujer, tampoco por haberla matado luego a que se negó a ser demasiado erótica contigo.
No, no estoy enojado contigo por eso, ni por hacer que pierda mi puto empleo en el zoológico, al dopar no exactamente con un narcótico (sino todo lo contrario) a los tigres los cuales yo tenía que juntarles la bosta (podría haber seguido trabajando si la maldita bestia no me hubiera dejado cuadripléjico)
Tampoco por haber azotado a todos los miembros de mi familia (los que me quedaban) y luego, para “disculparte”, haberlos mandado de viaje (luego de un extraño llamado a Afganistán) a dos determinadas altas torres de Manhattan, el 10 de Septiembre del 2001.
Y te agradezco que me hayas dejado impotente con esos disparos de aire comprimido en los huevos, porque si hubiera tenido un hijo, no sé de que manera maldita y cruel lo hubieras torturado hasta matarlo.
Pero, ¿sabes por que te odio? Porque me entregaste a unos tipos que me encerraron en una mal parida habitación similar a un cubo blanco y acolchonado, y encima, te tomaste la libertad de llamar a un intelectualoide de cuarta que intenta convencerme de que me llamo Winston, y soy un chiflado, malhablado, inválido, impotente y malvado asesino serial que ha dedicado su vida a matar a toda su familia.
P.D.: No sé como y no me acuerdo porqué, en una rajadura de las almohadas que los guardias no conocen, están tu lanza-llamas, tu rifle para cazar elefantes y tu azote (cando quieras puedes venir y metértelos por el culo)
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