Sentada en una banca, ahí me encontraba sosteniendo mi paraguas. Llovía a cántaros. "Seguramente que las nubes están tristes y por eso lloran tanto", me dice mamá. Y en un descuido suyo, despejo el paraguas hacia un lado, para poder ver mejor. Observo el campo que hay enferente: el celo gris, algunas aves en los árboles, y por detrás un espeso follaje. Y nada más. "¡Qué aburrido!", pienso yo y mamá me mira con cara de enojada, y vuelve a cubrirme con el paraguas.
Me las ingenio para sacármelo de encima, y se me ocurre mirara la cielo.
Y allí se encomtraban. Miles de colores dispersos, presentados en formas patéticas e irregulares, de todos los colores que existen hasta hoy, o por lo menos los que yo conocía. Embelesada ante esos brillitos colorinche, no me di cuenta que el autobús había llegado.
Tironeando de mi brazo y un poco a los empujones, mamá condiguió hacerme entrar en él. No dudé en sentarme de el lado de la ventana, quería seguri viendo esos espejitos resplandecientes, coloridos como payasos.
Y así lo hize, y mamá mirándome de manera extraña, dio un largo suspiro. "Es el Arco Iris, Juli. ¿Por qué no le prestás atención al señor que te está pidiendo el boleto?" mamá se oía enfadada. Levanté la vista y el guarda del autobús me observaba imapciente. Le entregué el boleto, y cuando retorné a lo que estaba haciendo, ya no estaba. ¡Tristeza! Luego, me distraje con un barquito de papel que mamá había hecho, y me olvidé de ese "Arco Iris"... |