Y todo se volvió denso, neblinoso y frío; de pronto la vida dejó de ser lo que había sido.
Los días siguieron su curso impasible, como si los actos no afectaran su andar, y en realidad no los afectaban, solo a nosotros nos toca llevar adelante el martírio.
Por esas cosas Cristina y Diego seguían juntos, se veían felices en reuniones y fiestas, como si nada hubiera sucedido en sus vidas, como si los momentos apasionados que truvimos fueran solo un vago recuerdo, pero así estaban las cosas.
Ya separado de mi esposa, a la que si amaba, vagaba sin rumbo en la vida ya sin esperanza ni consuelo esperando que la oscuridad me envolviese y así terminar este deambular sin fin.
Había sido solo pasión, siempre quise a mi mujer, pero la llegada de Cristina provocó en mi sentimientos que turbaron mi razón y me llevaron a cometer el disparate más grande de mi vida.
Por mi mente cruzaron ideas locas que pude contener, quise matarlos, quise matarme, nada hice, solo seguir con mi castigo esperando un final.
Y el final llegó: Allí estaba Diego esperándome con un arma en su mano.