Por ahí paseando por avenidas antiguas se puede respirar un aire de nostálgia.

Entre medio de soledades tapadas por montes olvidados algunos transehuntes rememoran historias pasadas. Aún los más autómatas conservan brisas de conciencia.

Hay quiénes omiten la preocupación de vivir tiempos de sangre y humo, y en vez, piden navajas prestadas para matar corazones que se rotulan sobre el papél.

Y si lo único que queda es la miseria de condenar los finales y ahogar nuestros própios susurros en virtud de los modales, entonces nuestra vida es la ruina.

Atestadas son mis intenciones, cansadas y saturadas de lo que debiése ser, y aún asi el eco queda en los portales de mis partidas.

Pretenden aún que mis débilidades sean fortalezas, y mi herencia es un vasto de desolación ¿Que me queda?

Las mentes abundan de razón,
Tanto individuo con pensamiento colectivo,
con ansias de jugar dardos en tierras ajenas

Las espadas se vuelven a enterrar y la muerte reina en los escenarios donde la voz que denuncia las verdades es apagada por el olor a pólvora

Ya remontan los aparecidos y vuelven a casa.
Quién vuelva a llamar a apelar a la conciencia social es quién no ha dado cuenta de que la particularidad de nuestra historia común continúa.

Nunca existieron las paúsas, ni los vacios de tiempo, por más que esforzaramos de cerrar la vista. Solo dudas y el terror.

Somos ahora nuestros propios pilares rasgados en las esperanzas de sostener el dia a dia.
Ya no sirven de nada nuestras manos, sino para hacerlas cargo del trabajo de nuestro legado, para estrecharlas y que desaparezca el miedo, para que nuestra verdad no pierda el habla y concréte en la acción del deber de ser hombres del hoy.

Si bien mi incertidumbre es el lazo de tu compañia, mi propuesta es que anulemos los cuerpos apagados en la rutina, para encender la vida bajo principios de construcción

El mundo te lo regalaré en una caja de cristal.