-Hola ¿qué tal? Bienvenido al hotel "Purgatorio" ¿que habitación desea?- digo por millonésima vez.
Esta vez es a San Pedro, de nuevo, y en su suite, ya hasta le pusieron su nombre; por lo menos la cama debería ser de roca, pero no, es de pluma de ángel.
Me duelen los pies, y así seguierán otros mil años hasta que el Gerente Universal D.I.O.S. (Dícese del Invisible y Omnipotente Ser) se digne a perdonarme o hasta que suficientes oraciones lleguen a mi cuenta. Es una lástima que fuera evangelista en vida porque si hubiera sido de la religión católica el Papa estaría mandando limosnas por mi alma que servirían para remodelar el edificio -¡tiene una eternidad...!- y así yo no recibiría a los santos sino que vendría con ellos como cliente, cambiaría muchas cosas, esta organización es tan mala y los clientes aunque se digan humildes y santos son tan melindrosos que ahora mismo iré a quejarme con D.I.O.S.
-Entonces, ¿cual es su queja... hummm...?-Me preguntaba una voz que salía de ningún lado y que sin embargo se oía en todas partes.
-Señor Orozco señor, así me llamaba allá abajo.
-Humm sí, ya veo ¿cuál es su problema?
-Verá señor, no estoy conforme con mi castigo, es demasiado servir a otros mientas tu estás condenado y encima de eso, sonreírle a esos santos que se quejan de un guisante en el colchón. Ya no quiero estar en el Purgatorio, por favor, remuevame al infierno, deme mi escoba y mi recogedor.
-Pero señor Orozco, usted está en el infierno ¿No sabía que el Purgatorio no existe? ¡Sólo es un hotel! Y muy bueno debo decir.
-Pero entonces... ¿el personal de limpieza?
-Son demonios señor Orozco ¿que no les ha visto los cuernos? |