Corría entre piedras y pastos verdes, corría para alcanzar esa linda mariposita de colores que jugaba con ella, reía y le decía: ¡te atraparé algún día, para ver de mas cerca tus lindas alas!...
La mariposita se posó en una roca y esperó a que la niña de ojitos verdes, con un negro delineado en todo su alrededor, pudiera llegar mas cerca de ella, reía sin hacer ruido, solo una sonrisa pintada en su carita de ingenua, la hacía mas bella e inocente…
¡Hola mariposita! dijo suavemente, que fue como si la acariciara con su tierna voz…
¡Hola hermosa niña! dijo la mariposita, con un lento vuelo que tomó.
La traviesa niña la miro volar y corría una vez más con sus suaves piernas largas, avanzó hasta llegar cansada a un pequeño río y la mariposita continuó en su lento vuelo hasta llegar al otro lado y se quedo para mirar a la niña que desde lo lejos era igual de hermosa y le dijo con unos revoltosos aleteos, ¡Te quiero hermosa niña de lindos ojos verdes! y se fue, se perdió en el cielo. La niña la miró, vio como se alejaba y sus lagrimitas rodaron por sus mejillas, mientras con una mirada de tristeza le dijo a la mariposita:
¡Algún día tomaré en mis manos una mariposita de colores bellos como los tuyos y reiré y gritaré que atrapé una pequeña mariposita!, ¡Pucha se fue! dijo en voz alta.
La niña se devolvió y empezó a correr hasta llegar a casa.
¿Pero dónde estabas?, preguntó su Madre,
¡Jugaba con una mariposita Mamá!
La Mamá respondió: ¡Hay mi pequeña niña, mira como estás, tienes la cara toda sucia y estas toda despeinada!.
La niña se fue a dormir, mientras su Madre contemplaba su cuerpecito agotado desde la puerta de su habitación, recogió las ropas sucias que había dejado esparcidas en todo el suelo y las llevó al lavadero, revisó los bolsillos de sus pantalones y rió, movió la cabeza al sacar la mano con unas cuantas piedras y palitos y susurro:
¡Mi pequeña!.
Pasaron los años y la niña una mañana despertó, todo había cambiado, la gente, los amigos, la casa ya no era la misma. Ella se levantó en pijama, tomó leche y comió tostadas, luego salió.
Corría y corría tras una mariposita, esperó que la mariposita se posara en una rama y se acercó silenciosamente, la tomó de las alas y le dijo: ¡Te atrapé!
Y esos mismos ojitos verdes delineados le susurraron a la mariposita:
¡Que hermosos colores tienes!
la dejó en la palma de su mano y la alzó para que la mariposita tomara su vuelo,
¡Vuela mariposita, vuela muy alto!
Y la mariposita revoloteó en sus manos quedando frente a sus ojos y con sus aleteos le dijo:
¡Sigues siendo la misma niña traviesa de aquellos años, tienes cuerpo de mujer, pero en tu interior, vive la niña que un día dijo: ¡Te atraparé y gritaré que atrapé una pequeña mariposita!
¡Adiós hermosa niña, adiós hermosa mujer, adiós bella niña!
|