La habitación del Hotel se hace estrecha ante el júbilo de tu regreso, de volver a verte y tenerte mío otra vez. Que largos han sido estos meses -que sorpresa te daré mi amor.

Aquieto mis nervios colocándo mis manos bajo el agua fría del grifo del lavamanos, me miro en los cristales al pasar y me veo como si una suave luz rosa iluminara mi piel y mis ojos poseen un brillo extraordinario. Me miro porque no tengo nada más importante que esperarte hasta que llegues mañana y en ese mismo avión los dos de regreso a nuestro nido. Mi departamento nos espera. Dejé mi familia para compartir la dicha. ¡Oh, Dios, como te amo! Te espero con ansias, con la ilusión que guardo protegida, que nadie la estropee con la menor duda. Por eso me aparté de algunas personas.-Que en seis meses me olvidarías. ¡Que hay cada mujer en Madrid ! - Y acá también respondí molesta.
Cojo mí pequeña valija sobre ruedas y en un taxi voy a Ezeisa, el aeropuerto. Falta más de una hora para que se anuncie la llegada de el avión de la Interair, en tránsito a Santiago de Chile. No puedo permanecer sentada. Con mis oidos atentos me entretengo en el comercio interno de el aeropuerto, perfumes,chocolates, cigarrillos, vinos, licores en atractivos envases. Imposible adivinar aromas o sabores. Las botellas lanzan coloridos rayos con las luces.

Voy a reventar de dicha, los parlantes anuncian el vuelo que espero. Late mí corazón a la par con mis sienes. -!Que sorpresa voy a darte, mí amor.¡ Procuro calmarme. Dibujo con mi pie tu nombre en el suelo.
Hermoso el atronador ruido del avión que se acerca. Aterriza al fin. Que largos son los minutos hasta ver salir la gente que se queda aquí. Un minimo de pasajeros esperará, mientras asean el avión y lo revisan antes de su despegue, algunos van a la sala de espera y otros transitan dentro. Me doy vueltas y vueltas y no te ubico con la mirada en los hombres que viajan solos. Mí mirada es una potente linterna buscando en la noche una joya en la arena. No, ese del impermeable no es, parece más alto. El vuelo saldrá antes de una hora. Reviso mí tarjeta de embarque.

De nuevo recorro con mí mirar anhelante, buscando entre el ir y venir de la gente y no te ubico y siento que debo contener mi congoja, algo frío recorre mi cuerpo, es nervioso o es miedo. No lo se. Como envidio a esa mujer rubia que es abrazada, acariciada con pasión, de el solo se ven sus brazo y el cuello de su terno gris. ¡Como la envidio! Disimuladamente limpio las lágrimas que no puedo retener.
Es posible que haya perdido el vuelo o postergado a última hora su regreso, tal vez telefoneó a Santiago y no me encontró, no puede ser de otro modo. Triste regreso el mío. No puedo desesperarme. Por el altoparlante llaman a los pasajeros que venían de Madrid Caminando a mí llamado descubro que la rubia adorada se dirige hacia la salida y su compañero coge su maletín y apresuradamente se va a embarcar. No me di cuenta que era David porque su terno gris no lo conocía, su pelo un tanto largo y su rostro con barba me eran desconocidos y en ningún momento ví bien su rostro de lo estrechamente unidos que estaban, como si no hubiesen querido separarse. Como si no la quisiera dejar ir.
Estoy pegada al suelo y sin poder hablar.

SILVIA PARRA B.