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Hoy me he asomado a la ventana. El cielo tenía tonos anaranjados y en algún punto del horizonte se atisbaban rasgos incluso sangrientos. Alguna nube perezosa aún flotaba, como jugando con los últimos rayos de sol. He encendido un cigarrillo y he intentado no pensar en nada por un momento. Vano intento. Miles de ideas y sensaciones han aprovechado su momento y se han empeñado en ocupar el vacío recién creado.
He cerrado los ojos y una imagen se ha formado en mi cabeza.
Se trataba de una cucaracha grande, fea, deforme. Tenía un color indeterminado y unas largas antenas que buscaban objetos alrededor. Me miraba con ojos de insecto y parecía requerirme en algún sentido. Incluso he llegado a atisbar cierta sonrisa y cierto regocijo en la forma de moverse.
He cerrado los ojos y ha desaparecido.
Al abrir los ojos una nueva imagen se había formado en mi cabeza. Era un escarabajo negro. Paseaba decoroso y parecía que se ufanaba con preponderancia. Más que pasos simulaba un baile cuyo ritmo no he conseguido averiguar. Extendía las alas de tono rojizo y al momento saltaba hacia atrás. Luego se replegaba y permanecía quieto. Y de nuevo volvía a ponerse en movimiento pero más pausado. Era lo más aprecido a un ballet perfectamente sincronizado.
He cerrado los ojos y ha desaparecido.
Nuevamente me he esforzado por abrir los ojos esperando la siguiente imagen. En esta ocasión han aparecido explosiones por todas partes. Mariposas de colores sobrenaturales. Gominolas de formas y colores indescriptibles. Nubes azules de algodón. Trozos de chocolate recubiertos de más chocolate. Canciones y ritmos estentóreos sonaban de fondo.
He cerrado los ojos y todos ellos han desaparecido.
Al acabar el cigarrillo he vuelto a abrir los ojos. Esta vez la imagen consistía en una sola persona. Se trataba de una mujer. Iba vestida de blanco y todo en ella denotaba delicadeza. Se contoneaba descalza con un ritmo sensual y vibrante. Sus ojos me miraban sonriendo. Su pelo se ondeaba con una suave brisa. Era bella, muy bella. Su sonrisa era fresca y liviana. Sus gestos recordaban a soleadas mañanas de días festivos. Todo en ella era un cielo azul con motas de nubes blancas esparcidas al azar. Tan serena y tan perfecta. Era una poesía de mujer.
He cerrado los ojos y aún no los he abierto porque sigo viendo a esa mujer en mi cabeza y no quiero que su imagen me abandone nunca.
He hablado con el resto del mundo y me han tachado de necio y de loco. Dicen que estoy ciego.
Y por fin, después de tantos años buscando la luz, al quedarme ciego es cuando he comprendido que veía por pirmera vez, porque al mantener cerrados mis ojos he podido soltar la venda que cubría mi corazón para contemplar el mundo tal como es.
Pero el resto de la pobre humanidad no sabe que los ciegos son ellos, porque viviendo con esta bella mujer en mi cabeza, no quiero abrir nunca más mis ojos….
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Texto agregado el 09-10-2008, y leído por 65
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