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Sócrates y otros filósofos helenos como Platón y Aristóteles planteaban una forma de Gobierno teóricamente perfecta. Criticaban la República, alimentada de la dialéctica, la persuasión, y no de la Razón. Su propuesta estaba fundada en un gobierno formado por los más sabios, de modo que escogieran aquello que fuera más adecuado para el pueblo. Posteriormente Nietszche, a pesar de ser uno de los mayores detractores de la moral y razón griega, realiza un planteamiento parecido en su Genealogía de la Moral, prescindiendo de todo aquello que se fundamenta en una búsqueda del bien común, pues éste conllevará la propia negación del individuo en sacrificio del grupo. Grupo formado por los – en sus propias palabras – últimos hombres, que en ese favor por el colectivo apenas han tomado conciencia de sí mismos.
Contemplado desde un punto de vista lógico y razonable, cualesquiera de estos argumentos son plausibles y aplicables en cierta medida.

Ambas concepciones – la helena y la del filólogo prusiano – convierten a la democracia en un gobierno inestable, fundamentada, no en la razón, sino en la persuasión y el populismo.
Olvidan quienes los citan para sus propios fines, que la esencia de la democracia es precisamente la satisfacción de una población. El gobernante no debe escoger simplemente aquello que considera más razonable, inteligente o beneficioso. Debe decidir lo que el pueblo le dicte.

La Democracia no es el mejor gobierno posible. No es ni siquiera el que más progreso produce, ni el que mayor libertades otorga. La Democracia no busca la verdad. Quienes la defiendan así, no han comprendido su esencia.
La Democracia debe representar la voluntad de un pueblo. No es importante que dicha voluntad sea acertada, no es importante que esté alimentada bajo el sustento de la razón. Es el pueblo, es la intención de los ciudadanos quienes deben alimentarla. Cualquier gobernante que obre contra los intereses de su pueblo, aunque lo haga creyendo que es en beneficio de esa ciudadanía, no ha comprendido la esencia del sistema en que gobierna. Aún cuando comprenda que el pueblo se ha confundido, deberá ejecutar las órdenes que los votantes reclaman. Porque eso, en esencia, es democracia. Compréndase que no es un sistema fundamentado en la logia, sino en el hedonismo de una ciudadanía que busca el bienestar.
Aquel gobernante que haya contravenido esta inherencia del sistema, se ha autoproclamado iluminado.

El problema del planteamiento sofista, deriva, especialmente en los helenos, de la creencia en una verdad absoluta, en una razón única. Pasan por alto que esos conceptos que llaman objetivos, como “Verdad”, y “Razón” no son más que subjetividades colectivas. Y esto es a fin de cuentas el motivo de un sistema democrático: Obedecer al mayor número de creencias subjetivas. Democracia representa etimológicamente, que es el pueblo quien posee la autoridad . Aquel que lo rechaza y obra “en nombre de la razón”, desoyendo al ciudadano, no posee la verdad. Tan solo viaja hacia el autoritarismo.

Texto agregado el 04-05-2004, y leído por 166 visitantes. (0 votos)


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04-05-2004 Texto publicado en la columna Tras el Espejo en Mayo de 2004 dario_b_malik
 
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