Memorias de una infancia.
Orfanato de San Miguel.
Llevaba poco tiempo en aquél lugar cuando llegó la mujer del traje de color primavera, mi familia me abandonó cuando tenía seis años.
No conocía nada más que aquello, un lugar dónde había más niñas como Yó ...
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El color de aquél vestido, hacía volver la mirada a todas las niñas que estabamos en aquél orfanato.
Un color que inspiraba primavera, que inspiraba amor y sensualidad.
Sólo con mirarlo, la mente tomaba la esencia de ese color impregnado en la personalidad de quién llevaba aquél traje.
Incluso en las estaciones de otoño ó invierno, cuando aquella mujer usaba aquél color, te hacía pensar en la frescura del olor de las flores del campo.
Abría tu imaginación innata y conseguía que recorrieras la gran variedad de nuevas y dulces esencias que esa primavera traía cada año a tu vida.
Yó me encontraba feliz y radiante, me sentía limpia y fresca, me apetecía salir a dar una vuelta, incluso en medio del frío y la nieve.
Cuando aquella mujer se paseaba por las distintas plantas del edificio, todo cambiaba, todas teniamos la sensación de que un ambientador de fragancias primaverales había sido expelido por alguien a la atmósfera.
Cuando nos íbamos a la cama, las ropas de la misma, parecían nuevas, diferentes, hundirse en las mismas era una auténtica delicia.
El lado malo de todo aquello, era que esa mujer sólo visitaba el orfanato a veces, Yó al ser muy pequeña no llevaba la cuenta, pero si es cierto, que no siempre estaba allí.
Pasaba mucho tiempo sin que se la viera por el gran edificio.
Un día pregunté por ella, porque extrañamente no se la veía desde hacía tiempo, tanto tiempo que nos habíamos olvidado casi todas de élla.
Pero Yó no podía olvidarme de lo que me hacía sentir, cada vez, que aparecía con ese traje y con su color embutido en el mismo.
Me dijeron que había cambiado de empleo y que ya no vendría nunca más.
Mi cara se contrajo en una consternación sin precedentes en mi corta vida, volví a mi habitación y me tumbé en la cama, quise llorar, era la primera vez que en verdad sentía amargura pensando en aquella mujer y en su traje.
El tiempo pasó, cómo siempre pasa, crecí hasta llegar a los treinta años y ahora soy toda una mujer, trabajando cómo asistente social ayudando a otras niñas, que tienen ese momento de su destino, en el cúal deben de ir a un orfanato, esperando a una familia que las adopte ...
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Según leí tiempo después de todo aquello en una revista, aquél color había sido preparado por uno de los mejores diseñadores de moda de Paris.
Se vendieron muchos trajes de ese mismo color en varias partes del mundo.
Sin embargo, cada uno de los trajes, desprendia unas sensaciones diferentes.
El color del traje que llevaba la mujer de aquél orfanato, desprendía ternura, consuelo, amor y frescura.
¿ Cómo era posible que siendo el mismo color, pudiera conseguir efectos tan diferentes en cada uno de los trajes ?
La cuestión no estaba en el color, sino en la persona que lo usaba.
Esa fué la razón que me impulsó a usar un color verde, siempre me había gustado ese color, porque es un color que marca la esperanza y la paz.
Mis trajes llevan siempre algo verde, y puedo ver en cada niña que trato y cuido, una mirada de luz cuando miran hacía ese color.
Siempre trato de poner amor en el mismo, para que cuando se fijen en éste lo recojan cada una de ellas.
Escrito por Carlos Them.
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