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Inicio / Cuenteros Locales / carlosthem / Bajo la arena: Una historia de horror y ficción por Carlos Them

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¿ Cómo se puede detener a algo que no está muerto en verdad, que ha pasado un largo tiempo vivo y en letargo bajo la arena y que continúa cómo un ser mortal más, su camino hacía una eternidad en la misma tierra ?. Carlos Them ...
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El aquelarre tenía lugar a las 0:00 de aquella noche.
La hoguera encendida en mitad de la playa, alumbraba los cuerpos y rostros de las meigas, unas meigas poderosas y únicas, expertas y genuinas.
La magia blanca de aquellas que estaban en circulo, hacía que el pueblo al que pertenecían las tuviera siempre en mente.
Ellas hacían que la pesca fuera buena, que lloviera para que las personas del campo recolectaran los frutos, que los animales que cuidaban los granjeros, estuvieran sanos y pudieran dar el alimento que todos necesitaban para seguir su día a día.
Pero nadie tenía en cuenta lo que la arena de aquella playa, escondía bajo la misma.
La memoria histórica de aquél pueblo del norte de España, había olvidado lo que sucedió hacía mucho tiempo allí.
Pudiera ser, que incluso no quisieran acordarse de ello.
Fué un crimen tan repulsivo y odioso, que la verdad es que nadie quería volver a mencionar ni a pensar en ello.
Las meigas empezaron sus danzas, sus rituales bajo la luna de junio.
El retumbar de los movimientos y pisadas, inapreciable para nosotros, era 'escuchado' por aquellos que yacían enterrados.
Cuanto más fuertes eran las pisadas, más se escuchaban bajo la arena.
Lo que había allí, se empezó a remover, a despertar de su letargo, porque en verdad, nunca había estado muerto.
La historia olvidada yá, contaba que un hombre había sido enterrado vivo por un cruel alcalde, un alcalde que se enamoró de la misma mujer que éste primero.
El alcalde una noche, ayudado por unos cuantos secuaces, dieron una paliza a aquél hombre y en un estado que parecía muerto, lo enterraron vivo bajo la arena.
El nunca murió, quedó en estado cataleptico, un estado que es peor que la propia muerte.
Se enteró de todo, no podía morir por alguna extraña razón, teniendo la conciencia despierta de cualquier ser humano.
Estaba en medio de un proceso entre la muerte real y la vida, tál y cómo la conocemos nosotros.
Las uñas de unas manos descarnadas, comenzaron a arañar la arena, hasta que vieron la luz de la luna.
Esparcieron dicha arena y algo imposible de creer comenzó torpemente a levantarse desde el agujero dónde fué enterrado.
Pero no sólo él tenía su tumba allí, algunos otros, que habían sido sus victimas durante años, comenzaron a removerse también.
Las meigas envueltas en sus ritos y danzas, no eran conscientes de que la 'muerte volvía a la vida' en aquella playa.
Comenzaba una guerra por la supervivencia, aquellas meigas deberían de demostrar que su poderes, podían vencer a la 'muerte viva', a aquellos que se iban aproximando a ellas, con el deseo de convertirlas a su extraño grupo de catalepticos.
Si no lo conseguían, acompañarían a éstos últimos a un largo descanso bajo las sombras de la noche, durmientes sin poder morir, esperando el momento de volver a salir, para seguir convirtiendo a los que estuvieran sobre la arena.
La catalepsia no es contagiosa, pero quién 'muera' a manos de aquellos que la posean, tomará sus propiedades, siendo cómo ellos para toda la eternidad.
Una de las meigas que se distrajo durante la sesión, miró espantada a la pequeña congregación de visitantes que estaban casi a su altura.
Alertó a las demás que pusieron una cara de horror indescriptible, un horror que se fué transformando en pánico.
Las meigas no reaccionaban ante aquello que se iba apróximando sin prisa, pero sin pausa también.
Nunca en la vida, se habían encontrado con nada parecido.
Era el mal en persona, acercándose lentamente al poder del bien.
Lo único que se les ocurrió, fué pintar una linea con tiza roja y quedarse dentro de ésta.
A su alrededor rociaron la linea con una esencia especial, que repelía a los malos espíritus.
Comenzaron a levantar los brazos y a cantar un extraño rito, tratando de que la muerte volviera a su lugar de origen.
Pero no sabían, que los que había al otro lado de aquella linea, no eran muertos reales, sólo se habían despertado de un largo sueño de letargo para apoderarse de ellas y convertirlas en lo que ellos eran, sufriendo su mismo destino.
El primero de los catalepticos cruzó la linea, las meigas se empezaron a mirar unas a otras sin entender nada.
Su poder no había funcionado, ellos no habían desaparecido, sino que seguían su camino hacía éstas.
¿ Cómo se puede detener a algo que no está muerto en verdad, que ha pasado un largo tiempo vivo y en letargo bajo la arena y que continúa cómo un ser mortal más, su camino hacía una eternidad en la misma tierra ?.
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Las meigas no sabían que hacer en verdad, se consultaban unas a otras, lanzaban sus poderes de detención, poderes que si funcionaban, pero cortamente, pues aquellos seres continuaban cruzando la linea roja y acercándose a éstas cada vez más.
El primero de todos ellos, se abalanzó sobre una meiga, ésta comenzó a lanzar gritos espantosos, paralizada por el pánico de ver que aquél horror descarnado estaba empezando a cogerla por el brazo.
El ser la miró desde sus cuencas vacías, la meiga no pudo soportar más aquél espanto y se desmayó en los brazos de éste.
Sólo un pequeño mordisco en ese brazo desde los dientes malolientes y podridos de aquél ser, la convirtiría en una cataleptica sin vuelta atrás.
El ser la soltó, cayó al suelo con un sonido hueco, la sangre brotó desde el brazo y pareció que había muerto en verdad.
Su piel comenzó a tornarse en un blanco pálido.
Las demás comenzaron a mirarla, a correr fuera del circulo rojo en dirección opuesta a éstos.
Creyeron que eran algun tipo de vampiros que sus poderes no podían controlar.
La meiga que había sufrido la mordedura, comenzó a levantarse muy torpemente, la mayor parte de ella estaba cómo congelada en vivo, sólo las piernas se movían siguiendo a su nuevo grupo de horror en busca del resto de meigas.
Aceleraron la marcha y consiguieron llegar al viejo faro, abrieron la puerta y pasaron al interior.
Apoyaron todo lo que encontraron contra dicha puerta y comprobaron las ventanas.
El grupo se acercaba, las meigas estaban pensando en algo que pudieran hacer, para escapar de aquella pesadilla sin sentido.
En un último intento por deshacerse de aquellos espectros descarnados, se pusieron en fila y unieron sus manos.
Cerraron sus ojos e hicieron brotar desde lo más profundo de sus corazones un haz de luz blanca que atravesó la puerta y la ventanas e irradió con fuerza sobre el grupo de catalepticos, quemando a estos y dandoles la muerte que nunca habían conseguido.
Salieron del faro, comprobando que estaban muertos en verdad alertaron a las autoridades del pueblo y cristianamente se les dió sepultura al dia siguiente en el cementerio de éste.
Nunca más se volvió a saber de otro caso de ese tipo, se buscó en la memoria histórica del pueblo una explicación para éste, una explicación que llevaba mucho tiempo escondida en la vergüenza de todos.

Escrito por Carlos Them

© Copyright Carlos Them 2008. Todos los Derechos Reservados. All Rights Reserved.

Texto agregado el 07-10-2008, y leído por 195 visitantes. (0 votos)


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