Era difícil para Tamara intentar caminar por un camino que aun no definía... difícil para ella tratar de seguir adelante cuando no existían las ganas suficientes para hacerlo, mientras su corazón se partía en mil pedazos poco a poco cuando descubría que la realidad era esta…

Tamara vivía en un mundo de fantasías, pero ella había tenido una gran pérdida, aun no asimilaba que él ya no estaba, y se negaba a dejarlo ir, no quería aceptar que ya no volvería nunca más... que llegaría a casa después del cole y no lo iba a encontrar, ella recordaba cuando él la esperaba en la sala para que le sobara los pies después de una larga mañana de trabajo, aquellos pies que tenían un olor característico a taller, o más bien a una mañana de haber caminado por todo el patio revisando que las maquinas estuvieran bien…
Tamara llegaba a casa y se sentaba en la misma silla que lo hacia él y en voz baja se decía a sí misma:

“No quiero que te vayas, vuelve, te necesito aquí. Tengo miedo de aprender a vivir sola, no quiero caerme tú ya no estás para levantarme, ¿cómo logrearé salir adelante sin ti?.No sé cómo hacerlo, no tengo fuerzas. ¿Por qué te fuiste? Si aún no había dicho todo lo que tenía que decirte, te fuiste y no me diste chanche de aprender a vivir en esta soledad, No sé que pasó, por qué discutimos, por qué no pude decirte a tiempo que lo sentía. Que de corazón pedía perdón y aún lo sigo pidiendo. Tu recuerdo me persigue a donde quiera que vaya. Te necesito, no sabes cuánto. Soy una niña mimada que se siente sola interiormente, sé que sabes todo lo que hago, sé que ya no hay secretos entre tú y yo, y sé que no está bien lo que hago, pues cometo muchos errores y soy consciente de ello. Vuelve ayúdame a no desfallecer ayúdame a crecer, a ser persona, a poder vivir”.
Tamara repetía las mismas palabras día a día, pero llegó ese día, y cayendo la noche de un 2 de octubre de 2006 estaba en su cuarto, mirando desde su balcón aquella silla donde el siempre se sentaba, sin pensarlo más tomo una soga la colgó del techo y la amarró a su cuello y salto de aquel balcón, fue cuestión de segundos, para que su corazón dijera adiós.

A la mañana siguiente, llegó el bus del cole, pero Tamara nunca salió. Su madre fue a su cuarto a buscarla, pero no la encontró. Era muy extraño, Tamara había pasado la noche en casa, ¿dónde podría estar? Empezó a gritar y gritar por toda la casa, pero Tamara no respondía, al bajar a la sala una nota encontró en aquel viejo sillón, decía lo siguiente:
“Madre, perdóname, pero ya no pude más con esta absurda depresión. He decidido abandonar este mundo terrenal, para buscar Aquel que la vida de mi padre nos arrebató, y preguntarle el por qué de su decisión”.

En ese momento cayó de la nada un dije que Tamara colgaba siempre de su cuello. Y fue ahí cuando su madre miro hacia arriba y a su hija muerta vio.