Veo a la frágil paloma, de plumajes sucios y alas casi rotas, cansada,
picoteando sin ánimo pequeñas semillas.
Añora el otrora campo de flores y manzanos,
de hierba verde y cálidos veranos.
¿Qué queda ahora de aquello?.
¿En qué se convirtió lo bello?.
Cambia de campo, con vuelos cortos e inestables,
cada vez que una inesperada espina hiere su pata,
enreda su pluma.
Se posa de nuevo, en nuevo campo de hierba fresco.
Con sus flores, sus manzanos…
y sus cardos camuflados.
Picotea, da pequeños saltos, no ve los cardos,
hasta que en ellos se enreda.
Esta mañana vi a mi querida paloma.
De nuevo, en campo nuevo.
Picoteaba feliz semillas de ensueño.
El campo esta vez parecía el bueno. Se la veía contenta.
Plumaje blanco y limpio.
Parecía paloma torcaz, más que bravía.
Pequeña, elegante, con un punto de señoría.
Me paré un rato a verla. Deseé tanto su felicidad como la mía.
Ojalá esta vez no crezcan cardos en su campo nuevo.
Ojalá que esta vez, en vez de cardos la esperen,
vides y malvasía.
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