Nerón


Un loco frenesí te arde en las caderas y sube por mis brazos mientras recorro las líneas de tu silueta. Tu sombra titila y se mueve al ritmo de las llamas. Un leve sudor se desprende de tus sienes, iluminando con sus destellos rojos la lubricidad que brilla en mis ojos. Este es un intercambio, mi cuerpo por el tuyo, mi silencio por el tuyo, mi desesperación por tu calma impávida. La loca cercanía que perece al fundírsenos los pensamientos y mezclar los olores de estos cuerpos que se aman. En un intento por destruir lo construido, por matar al amor en un encuentro fortuito o por crearlo a fuerza de conciencia, ubicándolo en un momento perecedero pero cierto, con esa certeza efímera de la pasión desmedida del deseo.

¡Te amo! Ámame entonces destruyendo las palabras y construyendo un silencio que no perezca. Haciendo que permanezcan en la ignominia de un recuerdo, con la fugacidad de la sinapsis. Almacena estas imágenes y guarda tu amor en los bolsillos o restriégalo en mi rostro con un beso. Cabalga sobre la firmeza de mi sexo como lo haces sobre tu caballo apocalíptico, regando a tu paso por mundo la miseria. Pero llenándolo de ese amor que se tiene que olvidar al cerrar las piernas y limpiarse el semen de los labios, pero amor al fin.

Mira como la oscuridad de la noche arde en las estrellas. Revélate esta vez a la gravedad y flota como las cenizas en el viento. Dame tu peso. Que vuele conmigo incinerado por siempre, recorriendo el mundo por siempre, esparciendo nuestro cuerpo que lleva en sí conservado en cenizas el momento que se ha ido, pero lucha a cada tiempo por no desaparecer. Las cenizas de nuestros silencios, de las que se alimentarán los niños del desierto para conocer al menos por ese medio el amor, aunque les sea ajeno por el hambre.

Desdibújate conmigo y yo te prometo que el mundo no acabará al cerrar los ojos y pasar la goma sobre el grafito. Volvámonos cenizas con las que un poeta escribirá las retracciones de sus versos. Déjate llevar por el tiempo para que no te carcoma y te conserve como ahora te miro, como ahora te toco, como ahora te poseo. Cierra los ojos, que el incendio no habrá acabado. Entrégate a la muerte para que de ti pueda crecer la vida y germine en tus entrañas la deliciosa belleza de una flor, de unas piernas. Hagámos que renazca el mundo.

Así revolcándonos por el suelo, mira solo un momento por el balcón, ¡mira allá afuera! ¡Mira como arde la ciudad bajo nuestro lecho! A cenizas se reduce lentamente como tu semilla, de la que no crecerá fruto, pero si carne, sueño, melancolía, esperanza, ¡amor mi amor!