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Inicio / Cuenteros Locales / adcees / El leñador y el arroz podrido

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Había una vez un pueblo en la India, era muy pequeño y todo el mundo se conocía, hacían fiestas, bailaban juntos, reían y eran como una gran familia. Vivían en abundancia, no les faltaba de nada. Por ese entonces, una pareja del mismo pueblo fue recolectando comida, la comida que les sobraba a los demás, y que estos, encantados de poder ayudar a un amigo se la ofrecían sin reparos.

Llegaron días duros, malas épocas, inviernos demasiado duros y largos, la comida escaseaba por doquier. La gente del pueblo sobrevivía como podía. Entre los más desfavorecidos, estaba el leñador del pueblo, un viejo ya incapacitado para trabajar y muy amable, pero que había acumulado mucha leña en sus buenas épocas, todo el pueblo acudía a él a por consejo.

A todas estas, la pareja que había acumulado tanta comida, decidió cocinársela para ellos solos, no querían pasar el hambre que pasaban los demás. Así que empezaron a cocinar poco a poco. El leñador, buen confidente y amigo de ellos, olía sus manjares cada noche y se alegró de pensar que ellos no pasaban hambre. Hasta que un día dejó de oler, intuyó que se les había agotado la leña, y dando un paseo por el bosque los encontró cogiendo las pocas ramas secas que encontraron después de las tormentas. Ellos dijeron que estaban buscando algún fruto que comer y que habían cogido unas ramas para calentar la casa de noche, porque ese invierno hacía demasiado frío.

Esa misma noche, el leñador acudió a su casa con una cesta de leña, para que pudieran seguir cocinando, y algún día le ofrecieran al resto del pueblo un poco de su comida. Estaba muy hambriento. - Abrigaos, porque esta noche va a ser dura - les dijo el sabio leñador. La pareja aceptaba la leña día a día, noche tras noche. –Menos mal de su leña, buen leñador, sin ella nos moriríamos de frío cada noche-.

Y así fue hasta que al leñador, hambriento, se le acabó toda la leña, por dársela a la pareja día a día, sin haber probado ni un bocado de la comida que olía cada noche y que cocinaban con los troncos que él les traía. Sin la leña, la pareja no pudo cocinar la comida, y se les pudrió, despidiendo un olor que no pudieron evitar que fuera olido por todo el pueblo. –¡Mirad qué acabamos de encontrar en un rincón escondido del granero! ¡Comed todos antes de que se acabe de podrir! – Dijo la pareja. Todos, contentos, fueron a comer. Menos el anciano leñador.

Así, la pareja fue a ofrecerle una pequeña porción de arroz podrido. - ¡Tome buen hombre! Gracias a usted hemos aguantado este duro invierno -. A lo que el anciano rechazando el gesto, respondió, tranquilo. – El arroz podrido no es arroz, la leña quemada ya no es leña -.

Texto agregado el 06-10-2008, y leído por 117 visitantes. (1 voto)


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