Azul tomo la pluma y comenzó a escribir, no sabía el principio ni mucho menos el final de lo que redactaría, pero aún así continuo, sentada en una silla, dentro de una casa que no era la suya, tomando en un vaso que tampoco era el suyo, pensó, y ahora ¿que hago?
Había llegado a ese lugar para salir adelante, pero al final no conseguía nada, trabajo no encontraba, amigos no estaban cerca, después de todo sólo le quedaba aquel cuaderno fiel donde guardaba todos esos sentimientos y recuerdos que la caracterizaban, y decidió hacer en ese momento lo que más le gustaba, “escribir”.
De niña escribía versos, versos de amor, de odio, de soledad o desesperación, canciones, lindas chuscas o perversas, refranes, frases, o simplemente palabras, letras, como las que ya se han comenzado a escribir, y siguió, recordó las cosas tristes y lindas que habían ocurrido a lo largo de su vida, de su corta y pequeña vida, volvió a vivir su primer beso, su primera relación, su primera decepción, y su primera traición.
“Siempre he sido entregada, y en ocasiones debí haber sido más fuerte, no se si algún día todo esto que escribí, pueda ser algo importante para alguien, me gusto vivir, fue lindo amar, pero no soporto llorar”, pensó mientras le daba un trago largo al vodka con hielos que tomaba como si fuese agua, completamente triste y alcoholizada dejo el vaso en la mesa y pensó: “esta vez no escribiré el final de mi historia, lo dejaré en puntos suspensivos, esta vez realizaré un cambio de nombre”.
De ese modo Azul, se levantó de aquella mesa que no era la suya, se dirigió a ese baño que no era el suyo, entro en esa bañera que tampoco era suya, con la cuchilla en las manos, el alcohol en su cuerpo, y la infinidad de lágrimas en sus ojos, decidió cortarse las venas y de este modo teñir su nombre de rojo…
Y este modo dejo incompleta su propia historia.
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