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Inicio / Cuenteros Locales / Jonh / Kirslor - Cap. 02 - Cían

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Las casas tenían un detalle sencillo y sobrio con ventanas circulares transparentes, entradas sumamente espaciosas y sin puertas, escalonadas por piso con un cincelado redondeado; la más alta llegaba a los tres pisos de altura y, obviamente, en diferentes tonos de azul; ya sea muy claro, oscuro o tonos intermedios.
Inclusive las angostas veredas relucientes cual espejo y el ancho camino desprovisto de todo cuidado, áspero y similar a una trocha eran azules, el primero más claro que él otro, aunque eso no presentaba mucho contraste.
De un extremo de los caminos la figura de las estatuas azules de dos personas se alzaba y por el extremo contrario un cráter de pequeña dimensión donde Alberto y Milagros miraban asombrados el panorama que se abría ante ellos y eran casi enceguecidos por el abuso del frío color, mientras Sainlafhe esperaba a que ambos reaccionasen.

Alberto fue el primero en reaccionar y comenzó ha caminar lentamente y sin pausa en rumbo a la estatua azul que se erigía, Milagros lo siguió temerosa por la reacción de este y su expresión que combinaba el espanto con la alegría.
Por las ventanas varios pares de ojos negros se agrupaban para mirar a Alberto y a Milagros, pero el primero de ellos no le dio importancia a dichas miradas ni en lo más mínimo. Milagros por el contrario miraba las casas constantemente y sentía toda la presión de los extraños ojos que en ella se clavaban.
Sainlafhe los siguió al final de la cola sin la menor emoción en ello, el sabía el motivo de la sorpresa de Alberto y no era para más, tenía muy buenos motivos para sorprenderse.

La estatua era de un azul ligeramente claro aunque poco brillante, parecía hecha de algún tipo de piedra a simple vista pero al tacto se asemejaba más a la textura de los cristales. Sin embargo más llamativo que la composición de la estatua eran las personas esculpidas.
Alberto y Milagros veían la estatua de un hombre, su cara la conocían a la perfección; sin embargo, su cuerpo tan bien entrenado en un principio les hizo dudar su identidad.

- Creo que me deberías explicar esto, Sainlafhe – le dijo Alberto mientras Milagros daba la vuelta a la estatua dirigiéndose a la otra.
- Justamente pensé que tú lo sabrías
- ¿Creías que sabría que había una estatua mía aquí?
– le dijo Alberto algo fastidiado, Sainlafhe le contestó con un gesto de desconcierto, gesto que Alberto no entendió muy bien
- Además… no eres solo tú… - dijo señalando la otra estatua cuya espalda daba hacía la espalda de la estatua de Alberto, era una mujer y Milagros se había quedado absorta viéndola.
- ¡Milagros! – dijo Alberto al ver la estatua de esta tal y cual la veía allí presente.
Alberto y Milagros se hallaban estupefactos, por su lado Sainlafhe se sentía fastidiado viendo las estatuas y luego a los jóvenes humanos. Después de todo, su visión del mundo se había tornado confusa en muy poco tiempo.
- Profeta… – mascullo el otlana para si mismo.
- Hermano – le dijo otro otlana saliendo de su hogar – ¿ahora crees?
- No estoy tan seguro, Solfhon – le respondió este.
- ¿Hermanos? – dijeron Alberto y Milagros casi al unísono saliendo de su trance.
- Sí, ¿acaso los humanos no tienen hermanos? – les preguntó Sainlafhe bastante extrañado.
- Ah… sí… – dijo Milagros algo avergonzada – pero no pensé que los otlanas los tuvieran – Alberto no quería admitir su ignorancia, pero también había pensado como Milagros.
- Creo que será mejor que pasemos a mi casa – dijo Sainlafhe señalando un pequeño edificio de apenas dos pisos.

Los pasillos eran altos y algo estrechos, toda la casa era un enorme pasillo con diferentes puertas las cuales ni Alberto y Milagros veían como podían abrirse.
Subieron a través de una rampa circular que formaba un aro si se veía desde arriba, para Milagros y Alberto subir era algo dificultoso por lo empinada de la subida, pero a los otlanas parecía no costarles.
En la planta alta el pasillo terminaba ante una puerta que debía dar a la habitación cuyas ventanas daban a la calle exterior. Sainlafhe se acercó a la puerta seguido de su hermano y quitó un seguro de alguna especie de madera y la puerta se hundió en el suelo a través de una ranura en el suelo.
Tanto a Alberto como a Milagros les pareció inusual dicha puerta, ya que claramente se notó su composición gelatinosa mientras se hundía. La estancia de adentro carecía de adorno alguno y por primera vez veían algo no azul ya que el piso y el techo eran de un blanco brillante.
Las cuatro paredes estaban adornadas con pinturas de un paisaje azul, en ella se podían ver accidentes geográficos comunes para los humanos como montañas y quebradas, sin embargo habían también formaciones extrañas como regiones rocosas que se elevaban enormemente como estacas procedentes del mismo punto o una especie de montaña invertida. Todo cubierto de rica vegetación azul, de hojas de formas extrañas, como ovaladas, pentagonales y semicirculares.
Mientras Alberto y Milagros veían atónitos el paisaje a su alrededor, los otlanas les acercaban unos asientos que hacían recordar a los rodillos de hilo con la excepción que estos carecían de algún hueco, Milagros y Alberto trataban de sentarse mientras agradecían, viéndose forzados a casi escalar los asientos que resultaban un tanto altos para ellos.

- Creo que es justo que yo les cuente mi historia – dijo Sainlafhe – ya que ustedes me han contado la suya.
- Eh… - tanto Alberto como Milagros pensaban que no era necesario pero prefiriendo no ser groseros para los otlanas no objetaron nada y solo Alberto habló – si así deseas.
- No me molestaré si se ríen de mi historia – dijo Sainlafhe, aunque el era el único al que parecía causarle gracia – soy astrónomo y un miembro de la milicia o de lo que queda de ella de mi ya no existente país, Malpein. Yo como muchos otros en esta época soy un ateo… o al menos lo era – dijo con un gesto de desdén hacia si y retomando la narración – paso hace menos de una semana, yo estaba atento en la entrada de mi casa a cualquier mensaje sobre la invasión, ya que todos los medios de comunicación habían sido cortados. Fue entonces que apareció eso. No puedo creer que sentí miedo.
Lanzó un suspiro al aire o al menos algo parecido a ello mientras Alberto y Milagros lo veían extrañados ya que parecía costarle terminar su relato.
- Era un kripstol, relucía con una luz que se fue disminuyendo y tenía las alas extendidas, aunque poco a poco se fueron desapareciendo – por la descripción dada, Alberto y Milagros resolvieron que un kripstol es para los otlanas lo que sería un ángel en la cultura humana – Sí… he de admitir que estaba pávido. Me acuerdo perfectamente lo que me dijo, lo dijo así: “Muy buenas, esta por suceder la primera caída, en ella encontraras aquello que permita hablar todas las lenguas, guárdatelo. En la siguiente caída que será en pocos días llegaran los salvadores, cuando los veas dales de comer lo que te guardaste y ayúdalos en lo que puedas. Se que no te es grata mi presencia, pero no puedo hacer nada para cambiar la realidad de las cosas” Y desapareció con una expresión algo burlona; mientras yo no pude reaccionar en lo mas mínimo hasta que se fue. Cuando hube ordenado mis ideas vi descender lentamente del cielo algo muy similar a una enorme estaca azul, que fue hundiéndose en la tierra empujando una gran cantidad de viento, rompiendo algunos cristales y tumbándome boca arriba; cuando hubo cesado el fuerte viento se encontraba la estatua que ya han visto y en la base las cápsulas que tragaron. Hice lo que me dijeron y pocos días después ustedes llegaron.
- ¿Cómo fue que llegamos precisamente? – le preguntó Milagros algo extrañada.
- Por lo que se pudo apreciar en el cielo debieron haber llegado como un meteoro caído del cielo, describían un ángulo similar y se podían apreciar de la misma manera desde la tierra.
- … – Tanto Alberto como Milagros no entendían como habían llegado precisamente. Sin embargo, Alberto sabía que él había tenido algo que ver con ello.
- Me imagino que ya han de estar cansados – dijo Sainlafhe – la noche ya se acerca, de seguro quisieran tomar un baño.
- Ah… claro – dijo Alberto mirando a Milagros y viendo que ella también se alegraba de que existiese el baño en aquel planeta – pero… no tenemos muda para cambiarnos – dijo Alberto haciendo notar sus ropas raídas y sucias.
- En realidad…– dijo Solfhon – Si las tienen. – dicho esto Sainlafhe parecía volver ha renegar.
- ¿Cómo? – dijeron los humanos algo extrañados.
- Supongo que un kripstol lo habrá dejado, pero hay un par de mudad de ropa en la habitación de los huéspedes que están hechas para humanos, aunque a mi me parecen de muy mal gusto.
Al decir esto Alberto y Milagros cayeron en cuenta de que sus trajes diferían mucho comparados a los de los otlanas. Ellos iban cargados de prendas; parecían llevar varias túnicas y una tela bastante rígida sobre el cuerpo que denotaba los hombros. Además tanto Sainlafhe como Solfhon llevaban una prende similar a una falda larga y ancha y botas que se perdían bajo estas.
- Bueno – dijo Solfhon – yo voy por sus ropas, hermano, ve llevándolos al cuarto de baño, por favor.
- Bien – le respondió su hermano y les hizo una seña para que Milagros y Alberto lo siguiesen, así lo hicieron y bajaron a través de la rampa curva. Hasta llegar a una puerta a su derecha, Solfhon salió de la entrada izquierda.
- Aquí tienen – dijo Solfhon entregándole a Milagros y a Alberto unas prendas marrones que resultaban ser muy ligeras y que a pesar de resultar poco familiares se veían mas similares a las ropas humanas.
- Entra primero, Milagros – le dijo Alberto mientras Solfhon abría la puerta.
- Está bien, pero… ¿sabes que hacemos aquí? – dijo ella quien aun no terminaba de asimilar la idea del planeta extraterrestre. Alberto se limitó a negar con la cabeza mientras Milagros desparecía tras la gelatinosa puerta mientras Solfhon la subía con una polea al lado de la entrada y volvía a asegurarla.
- Nos avisas para bajar la puerta – le dijo Sainlafhe a Alberto quien se sentó al lado de la entrada del baño y asintió mientras los hermanos otlanas salían a la entrada de su hogar a hablar con otros de su especie que se notaban preocupados por la situación en sus voces.
Alberto también pensaba en las situaciones que se sobrevenían, había permanecido en calma por que no hace mucho que él y Milagros habían estado en situaciones similares de las cuales desconocían en su totalidad y que ahora su conocimiento era parcial.
Mientras reflexionaba recordaba sus casos de cambio de personalidad que había pasado, sentía ese lado suyo dormido pero latente, se agarró el ojo derecho mientras se preguntaba: “¿Por qué vinimos aquí? ¿Para que vine?”. Trató de oír en lo profundo de su ser, mas no hubo respuesta.

El baño también era totalmente azul aunque como los baños humanos estaba cubierto de un material liso. Sin embargo carecía de inodoros y lavabos. Milagros supuso que los otlanas debían de tener otras habitaciones para ello y no le dio más importancia. En el baño solo había una pequeña alberca rectangular al ras del suelo y de poca profundidad para lo cual requería uno de echarse totalmente para sumergirse en el agua. Al lado había un pedestal sobre el cual había una tela algodonada la cual le parecía a Milagros una toalla con materiales de limpieza.
Milagros comenzó a desvestirse, quitándose el raído chaleco de encima y la falda bajo la cual un pantaloncillo a la medida denotaba. En ese momento pensó si el agua sería igual en ese planeta se acercó al borde de la alberca y vio el agua, transparente. Introdujo la mano de a pocas y no sintió nada. Finalmente la probó para luego pasarla y así concluir que era una mezcla de hidrogeno y oxigeno igual o muy similar a la terrestre.
Al quitarse el calzado notó el trozo de tela con el cual se había vendado el muslo, al desamarrarlo noto que la herida había desaparecido como si no hubiese existido. Recordó que en ese momento se había sentido diferente; tal vez, más valiente; no, ella estaba mas confiada. Se afirmo a si misma que en ese momento creía mas en ella y que sus pensamientos eran menos evasivos que antes. Sonrió mientras terminaba de desvestirse.

Alberto desistió de sus intentos de comunicarse con su yo interno, que bien sabía era Jonh Rey. Al volver su vista a la puerta gelatinosa pudo notar cierta traslucidez y a través de la cual pudo ver figura el cuerpo desnudo de Milagros entrando en la alberca.
Luego de estar absorto unos segundos en la vista reaccionó y volteó la mirada con una expresión timorata y con la mente en blanco. A pesar del tiempo que habían pasado juntos de forma forzosa ninguno de los dos se había molestado a declarar sus sentimientos aunque resultasen evidentes para el otro, debido a la situación tan tensa de antes no habían tenido tiempo para su relación.
Y ahora en este planeta extraño sentía que las cosas no serían muy diferentes, pero se dio cuenta que ahora estaban los dos solos. Comenzó a divagar en pensamientos románticos que sabía muy bien que posiblemente no se cumplirían pero con tal de alejar su mente de los problemas se dejó llevar para tener unos minutos de felicidad.

El agua estaba a temperatura media y se sentía una pequeña corriente notando que el agua entraba y salía constantemente por unas rendijas en el fondo de la alberca. Milagros frotaba su cuerpo para limpiarlo ya que no se atrevía a usar los extraños artículos de limpieza de los otlanas que de seguro eran prejudiciales para un humano.
Milagros enjuagaba su cabeza constantemente y lo siguió haciendo hasta que la sintió libre de suciedad alguna, se sentía relajada y sin ganas de salir de la alberca a pesar de ya estar completamente aseada. Lanzó un suspiro al aire renegando para si de sus problemas, pero recordó que no estaba sola.

Texto agregado el 05-10-2008, y leído por 149 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
21-10-2008 Es un buen texto. Las emociones de los personajes me parecen poco perfiladas. Cuidado con la ortografía. 4* ZEPOL
06-10-2008 Interesante entrega nos has hecho, en este segundo capítulo de novela. por cierto, te quiero comentar que me ha impresionado el desborde de imaginación que haces: describe con tanto detalle las cosas, que pareciera que estuviste ahí en los lugares que describes. Desde el arranque me dejé llevar por el entramado y no paré la lectura hasta el último párrafo. Me atrapaste con tus elucubraciones literarias y el magnetismo que despliegan tus personajes. Te felicito es un buen trabajo y me quedo, desde luego, esperando la continuación. Saludops. Ricardo Jazzista
 
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