-Lucas, por favor, en la Pensión no tienen patente para alcohol, y venden el vino blanco como simulado te frío. No debieran hacerlo, Menos a esa hora, no hace bien beber en ayunas, estás muy desmejorado. Sírvete la sopa por favor. Chao.
Esa voz suave, dulce le llega al alma a Lucas. Le corroe dentro que el afán de cuidarlo él no se lo merezca. Ve alejarse a su prima la Vero, tan joven y trabajadora y con un corazón más grande que el cerro San Cristóbal.
Por ella se sirve la sopa y recuerda otras sopas y otras cosas. Cuando era pequeño jugaba en ese patio ahora tan silencioso y pleno de soledad y rememoraciones. Habían plantas, un parrón y un naranjo y su madre cogía los azahares y se los colocaba en el pelo. No volvió a verla y vuelve a su memoria la imagen de su madre como una niña que a veces jugaba con él, compartiendo soledades y desprecios. ¿Qué será ahora de ella ,tendrá otros hijos? El, Lucas era un general que recorría leguas en su caballo para buscarla.
- Cosas de mocoso, lagrimea Lucas. El palo de la escoba era su caballo y corría detrás de la Carmelita, que surcaba el patio extrayendo gordos gusanos y lombrices que a él le daban asco y la convertía en su enemigo. Era su juego, vivía de sueños de niño solo, relegado, después que se fue su madre, cansada de escuchar recriminaciones del abuelo, de enterrar recuerdos y ocultar ilusiones. Se fue adónde él no estaba incluído. Él quedó como sobrante, ignorado, viviendo su infancia en ese patio, entretenido en perseguir a la Carmelita. que se balanceaba en rápida fuga. Esta tenía los ojos redondos, feos. Abuela a veces lo retaba porque la molestaba, que la pobre se enloquecía y eso era malo.
Se preparó para descansar, sacándose la chaqueta marrón la tiró en el envejecido sillón que guardaba en su cuartucho, al fondo de ese patio.
Acostado, agotado y con mucho sueño y esos traviesos niños vecinos, le tiran piedras al techo y no le permiten dormirse. El rostro de la Consuelo, una novia regresó a su mente, él la amaba mucho, pero el diablo metió la cola. Prejuicios paternos. ¿Qué será de ella? - ¿Yqué de él, si ella hubese estado a su lado? Ya no importa.
Siente que la abuela anda en el patio con la Verito indicandole cuales plantas se riegan más o menos. Que fuerte es el ruido del agua al caer desde la manguera sobre la tierra y la tía Margarita dando fuertes escobazos en su barrido del patio. La Carmelita refugiada en su pieza, echada en el sillón, parece que perdió un ojo en la batalla, el no tuvo la culpa.
Se levanta temblando, el vaho etílico se desprende fuerte de su aliento, de su cuerpo. Vuelve el terror que lo asedia y que no ha contado, esperando estar equivocado. No, no es alucinación, piensa Lucas. Ahí está el plato desocupado de la sopa que anoche le trajo la Vero. En la penumbra su chaqueta tirada en el sillón, lo hizo ver a la Carmelita, la gallina que perseguía en sus juegos y el ojo es el botón de la manga. Se despereza más confiado. Se estremece de náuseas y fatiga. Regresa el pavor. Ya no hay plantas que regar, la tía Margarita ya no está y el patio lo barre él los sábados al medio día,después se ducha y va a darle un beso a la abuela postrada que lo mira con sus viejos ojos húmedos. |