Se levantó muy temprano. Aún no se veía la luz del Sol y seguía haciendo mucho frío, como siempre. El suelo estaba húmedo, probablemente había llovido mientras él dormía debajo de sus hojas de papel periódico.
Se levantó e hizo unos cuantos estiramientos para entrar en calor, retiró el periódico mojado que tenía pegado sobre la ropa y empezó a caminar. Por supuesto que estaba solo, nadie sale a caminar a esas horas de la mañana. Todo mundo estaba durmiendo en sus incómodas camas de plaza y media, mientras él caminaba sin rumbo fijo disfrutando el aire fresco.
Se sintió más despierto después de darle tres vueltas a la plaza de armas, donde había dormido. Sin embargo, continuaba igual de frío e igual de solo. El clima no había cambiado a su favor, las luces de las calles seguían prendidas y apenas algunos carros estaban ya haciendo su aparición. Se sentó en la vereda, miró de frente pensando qué sorpresas encontraría en el pote de basura. Acercándose al más próximo, encontró puros papeles, cartones y botellas vacías, todo de gran utilidad porque podía venderlos en un centro de reciclaje y los cartones los podía usar para acostarse sobre ellos en la noche. Hace tiempo que llevaba acumulando este tipo de basura para canjearlo por comida, lo primordial. Con lo recolectado comería por lo menos cuatro días, si no lo mataba antes el hambre.
Ese día no pudo encontrar moneditas tiradas, últimamente la gente se estaba volviendo más cuidadosa con su dinero, ni tampoco restos de comida en los potes de basura porque el camión de basura le ganó. Qué pésimo.
Mientras seguía buscando entre la basura, una mujer se le acercó. Era muy bonita. Se sorprendió cuando le cogió de la mano y casi jalando con fuerza, lo condujo hasta un garaje. Un señor de unos cuarenta años con polo rojo se le acercó. Su tamaño era enorme, tenía que subir la vista para verle el mentón.
– Te hemos observado desde hace días y te acabas de meter en un gran problema mi amigo – era sólo uno de las 6 personas que ya habían dentro del garaje. Él quiso escapar pero cerraron la puerta con un botón, casi lo aplasta.
– Disculpe, pero creo que se ha equivocado de persona.
– Yo no me equivoco huevón. Qué chucha haces caminando por aquí todas las mañanas. ¿Quién mierda eres y quién te mandó?
Se asustó aún más, quién iba a pensar que dentro de ese garaje iba a encontrar a ese tipo de personas. Sólo se refugiaba allí para dormir de noche nada más. No tenían porque decirle todo eso. Quiénes eran esos sujetos que tuvieron que mandar a una bella dama a traerlo. Ella recibió unos cuantos billetes en la mano y un palmazo en el trasero. Se acercó nuevamente el sujeto de polo rojo.
– ¿No me vas a responder maricón? –En ese momento otro sujeto que estaba cerca a otra puerta sacó un revólver y lo cargó con tres balas –, o acaso no tienes bolas para responder.
– No entiendo qué es lo que quieren de mí, yo no conozco a nadie, nadie me ha…
– Ah! Con que nadie te ha mandado –interrumpió.
– Así es. Yo no tengo casa, hace dos días que no como.
– Pobrecito, y quieres que te deje escapar así no más para que le cuentes al mundo sobre nosotros. Sabes, no tengo tanta compasión por un pordiosero, ya llegaste aquí y aquí te vas a quedar.
– No se lo contaré a nadie, no conozco a ninguna persona, estoy solo, no tengo… no tengo amigos, nadie.
– No me voy a tragarme esas huevadas, mátalo –sólo se oyeron dos disparos, los suficientes para matarlos.
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