Laberinto

Paredes blancas, al igual que el suelo. Una potente luz iluminaba todo por igual, justo por sobre mi blanco lomo. Mi agudo olfato me permitió adivinar que había alimento en las cercanías, a pesar de que no podía verlo, su delicioso sabor se dibujaba fresco en mi paladar.

Si colocaban ese alimento cerca mío, entonces ¿cuál era el objetivo de las paredes? Imaginé que debía existir alguna ruta que me llevara hasta la preciada recompensa. La tarea no sería simple, pero la sola idea de sentir ese sabor en mi paladar me motivaba lo suficiente para emprenderla.

Comencé por mi derecha, rozando esa pared hasta llegar a una esquina. Adiviné que el olor venía desde mi izquierda y escogí esa dirección al llegar al primer cruce. Avancé raudo, atraído forzosamente por el angelical aroma, hasta que me encontré con el camino cerrado enfrente. Fue una mala estrategia. Comprendí que no siempre debía girar en la dirección hacia la que apuntaba mi olfato, ese laberinto estaba diseñado para confundirme.

Planteé una nueva estrategia. Rozaría siempre la pared de la derecha, girando a la izquierda sólo cuando no existiera otra alternativa. Adiviné que de esa forma llegaría hasta el premio, aunque tuviera que recorrer todo el laberinto.

Tardé bastante, pero la recompensa me complació tanto como lo había imaginado. Justo cuando terminaba de comerla me llevaron de vuelta a mi familiar jaula, junto a mis compañeros.

Al día siguiente me colocaron nuevamente en el mismo laberinto. Esa vez no dudé y seleccioné directamente la alternativa que me funcionó el día anterior. Todo fue más rápido, y la recompensa igualmente satisfactoria. Pasaron muchos días iguales, el mismo laberinto, la misma recompensa y la misma satisfacción.

Ocurrió cierto día que la rutina comenzaba a repetirse, cuando me percaté que la forma del laberinto había cambiado completamente. Ninguna pared estaba en el mismo sitio, aunque gracias a mi olfato adivinaba que la recompensa se encontraba en el lugar habitual.

Dudé por sólo un segundo, pero me decidí por la misma estrategia, la que funcionó tal como esperaba. Justo en el momento en que estaba alcanzando la recompensa, las figuras que observaban desde las alturas estallaron en eufóricos aplausos. Se felicitaban y abrazaban frenéticamente por mi éxito, sin siquiera darse cuenta que ellos hacían lo mismo durante toda su vida.

Jota