De una máquina del tiempo basada en un Agujero de gusano salió un viajero del tiempo (técnicamente, un gusano), y se subió a un árbol para observar tranquilamente a Sir Isaac Newton (mucho antes de que sea Sir) hacer garabatos, mientras disfrutaba del único almuerzo que había traído de su presente: unas manzanas (o sea, unas maquetas de la máquina del tiempo). Una de ellas cayó sobre Sir Isaac, quien con esta ayuda descubrió la Ley de la Gravitación Universal y cambió para siempre el destino de la Humanidad.
(Luego vendría Einstein con sus Teorías de la Relatividad que, aparte de refutar a Sir Isaac —afortunadamente, sin poner en peligro su título de Sir—, predijeron la existencia de los Agujeros de gusano y posibilitaron la existencia de la máquina y los viajeros del tiempo; pero ése es otro cuento.)
Luego, el viajero se dirigió con su máquina hacia el Jardín del Edén, y desde otro árbol, le alcanzó con amabilidad una manzana a Eva (porque hay que ser amable con las mujeres, sobre todo con la primera). Eva le dio la manzana a Adán, y jodió para siempre el destino de la Humanidad.
(Eva diría después que la manzana se la dio una serpiente: una confusión justificable, si se tiene presente que el viajero —técnicamente, un gusano— es un gusano bastante grande; pero ése es otro cuento.)
Desde entonces, los viajeros del tiempo no pueden pasar por las aduanas ninguna clase de fruta para engañar al hambre durante sus viajes, y tienen que regresar al Presente a la hora de comer.
(Muchas feministas se sentirán ofendidas con esta historia, y dirán que es una patraña más promovida por el Patriarcado para culparlas de los males de la Humanidad; pero ése es otro cuento.)
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