Sintió nauseas al revolcarse en su pasado
sintió su boca llena de recuerdos, de besos y de olvidos,
de corazones rotos, de instantes perdidos.

Una nausea dulce, de querer –hombre mío-
que desgarraba la carne, y pintaba su olvido
haciendo un collage del último recorrido
que tus manos punzantes trazaron sobre mis latidos.

La nausea pintaba cada imagen cautiva
presa en la memoria, rodeada de esquirlas
que aun con el miedo de quitarle la vida
manchaban de sangre su mente abatida.

Y solo pidió tenerlo, como evocando escondrijos
como quien huye del viento que le devuelve sonidos
que le revelan palabras, que le ahogan gemidos.

Y presa entonces del dolor de su partida
decidió poner fin al dolor, antes que la herida
destrozara su cuerpo y abriera la llaga
que creía cerrada, que creía combatida.

Sintió un golpe seco,
un adiós encausado
una imagen arraigada
un aliento perdido.

Y con su última fuerza y con la daga empuñada
logró lo que nunca hubiera querido,
y su triste recuerdo volcado en olvido
yace ahora en la sangre que se convirtió en vino.

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