- Dale, cambiate que es tarde- ordenó la madre.
- Ya voy, ya voy- respondió quejosamente la hija.
- Agarrá el aparato y vamos-ordenó otra vez la madre- voy sacando el auto.
Así, todas las mañanas; para viajar hasta el colegio de Lucia que quedaba fuera de la ciudad.
El “aparato”, como lo apoda la madre, es el DVD portátil de Lucia que su abuelo le regalo tras cumplir nueve años. Durante el viaje la niña miraba películas para pasar el rato. Sus preferidas: de princesas, hadas mágicas o –especialmente-“Blanca nieves y los siete enanitos”.
Ella siempre soñaba con ser La Bella Durmiente o alguna princesa de cuentos populares. Su mundo de fantasía estaba lleno de maravillas y de ficción; incluso incomprensible para algunas personas. Su madre, en cambio, era una persona seria, divorciada y realista. Aunque complacía los caprichos de su hija para dejarla satisfecha, ya que era una mujer ocupada, el padre de Lucia no vivía con ella por eso la niña no recibía todo el amor paternal que necesitaba.
Una mañana como tantas otras, en su viaje, Lucia miraba una de sus películas favoritas: “La Bella y La Bestia”.
-Lucia, ¿qué tenés pensado hacer hoy?- indagó su madre.
- No sé, ma- respondió- después veo.
La madre le hablaba intentando entablar una conversación, pero fue en vano. Su hija no contestaba a sus preguntas, ni le comentaba nada. Así que dejó su fallido intento de charla, prendió la radio y siguió conduciendo atentamente. Lucia estaba muy concentrada y atenta a lo que estaba viendo, inmóvil con los ojos abiertos.
Transcurrían algunos minutos más de filme cuando de pronto, y como por arte de magia la niña se encontró dentro del escenario de la película, rodeada por la Bella, la Bestia y los demás personajes de la historia. Lucía estaba atónita.
-Señorita, por favor retírese. – suplicó uno de los sirvientes de la fiesta en que estaban.
-¿Por qué habría yo de hacerlo? – Cuestionó la niña- No he hecho nada malo.
- Lo sé, y por ello le ruego mis disculpas. Pero tengo ordenes que debo cumplir- se defendió el sirviente.
- Está bien, me iré.- dijo ella.
Repentinamente fue devuelta a la realidad. Volvió a estar sentada en el asiento del auto, pero paralizada y con cara de haber visto un fantasma.
La madre le abrió la puerta para que saliese, pero ella no reaccionaba. Le tocó el hombro.
-Mami, no me vas a creer. Fue tan real- comentó Lucia.
-¿Qué te pasó?- preguntó con extrañez
-Es como que el aparato me succionó- le contestó.
-¿Que te succionó? Lucia, ¿Qué decís?
-Sí, ma. Estuve en la película, un sirviente me echó y volví.
-Dejá de delirar y bajá.
Lucia continuó su día como lo hacía a diario, como si lo ocurrido fuese normal.
A la mañana siguiente, ilusionada con hallarse dentro de una escena de “La Cenicienta”, ocurrió nuevamente. Pero esta vez le tocó interpretar el mismísimo papel de Cenicienta y, como ocurre en la historia perdió uno de sus zapatos de cristal. Al finalizar el viaje volvió a la realidad, pero sin un zapato.
Al querer bajar del auto, le dice a su madre:
-Mami, me falta un zapato.
-Y, ¿Dónde está?
-Lo perdí en la película, y vos que no me creías.
La madre, invadida por la curiosidad y la incertidumbre, decidió ver una película con su hija.
El día posterior, fueron a la escuela en colectivo.
-Ma, ¿por qué vamos en colectivo?- pregunto extrañada Lucia.
-Porque quiero compartir una película con vos.
-¡Qué lindo! Así entramos las dos juntas.
Al rato de reproducirse la película, la madre se duerme pero Lucia no se percata de que está dormida.
Cuando ésta despierta encuentra el aparato en el asiento y a su hija en la pantalla. Se desespera, pero moderadamente; sabe que después la devuelven a la realidad. Siente un miedo profundo a que le ocurra algo malo, y se pone a ver atentamente la película, pero se concentra demasiado.
En una fracción de segundo su hija apareció. Tal fue el susto que echó un grito aterrador, y todas las personas del autobús voltearon.
Pareció no importarle, porque abrazó fuertemente a su hija.
-Mami, no entraste. Pero te traje un regalo.
-¿Qué es, tesoro?-preguntó tiernamente su madre.
- Una manzana de Blancanieves.
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