Comienza este cuento en cierto lugar de argentilandia "cuyo nombre prefiero no mencionar", cuando se anunciara con la gravedad propia de los gobernantes preocupados, que la pityriasis capitis constituía una enfermedad endémica, ponía en peligro la vida de los ciudadanos, y el costo de su tratamiento amenazaba ya las menesterosas arcas del estado, vaticinando un descalabro económico de proporciones insospechadas y para nada creíbles.
Considerando las extremas circunstancias tanto desde el punto de vista socioeconómico como político, el estado se decidió por fin a poner manos y uñas en el asunto.
Con justa razón, se encomendó al Señor Ministro de Salud Pública, Calidad de Vida, y Lucha Contra Las Plagas (Doctor Honoris Causa Pre Mortem), un profundo estudio del problema de marras y la elaboración de un proyecto sustentable con racionales estrategias que permitieran maximizar los resultados de esa lucha, que no tardaría en darse, minimizando la cantidad de recursos a utilizar en la solución del flagelo.
Con justa razón dije!
Corresponde mencionar que nunca fué más justa la designación precisamente del compañero Ministro y no de cualquier otro funcionario público de los muchos que se hubieran ofrecido gustosos y hambrientos de gloria.
¿Acaso no lo merecía? ¡Por supuesto que sí!
Había sido él, y no cualquier otro, el que recorriera las emisoras radiales y otros medios periodísticos de la zona, invirtiendo algún dinerillo de su propio pecunio en la campaña de advertencia y esclarecimiento.
Desde el mencionado Ministerio de Lucha contra las Plagas y Otras Cosas Importantes, se elaboraron con la urgencia del caso, las medidas que posibilitarían erradicar ese mal siguiendo paso a paso las recomendaciones del plan maestro que elaborara el Doctor, y que fuera aprobado sobre tablas en la Honorable Cámara Legislativa; donde se incluyeron además, las correspondientes correcciones presupuestarias que aseguraron el imprescindible financiamiento. Hubo que llegar, por supuesto justificadamente, al extremo de otorgar poderes especiales al Ministro de Hacienda. ¿De qué otra manera podría agilizarse la reasignación de recursos si ello fuera necesario en el fragor de la batalla?
El Señor Ministro de Hacienda...
Curioso personaje èste. Bilingûe, ambidiestro y de exquisita sensibilidad para con la cosa pùblica. Como fondo de su amplia y lujosa oficina, entre las banderas Nacional, Provincial y Municipal, que daban el justo y marco a los merecidos honores que alcanzara en su funciòn pùblica, podìan verse dos retratos que definìan su pragmàtica personalidad. A la derecha uno de Don Domingo Felipe Cavallo, insigne economista que marcara un rumbo en el viaje hacia las profundidades de las economìas dependientes; a la izquierda, como corresponde, otro del Che Guevara, que tantas simpatìas habrìa captado para su partido en èpocas de campaña electoral.
En cierto piringundìn del bajo, "donde van los que tienen perdida la fe", perdura en el recuerdo de algunos parroquianos aquella vez en que el Señor Ministro de Hacienda, entre copa y copa, confesò còmo en ocasiones se le escapaba una làgrima rebelde admirando a sus ìdolos de antaño.
Continuemos con la seriedad que caracteriza nuestro cuento y dejemos de lado este tipo de comentarios sensibleros.
El arma más poderosa a utilizar en esa guerra sin cuartel contra la miseria humana, se basaría en un preparado de antígenos. Ingresados éstos en el organismo del ciudadano afectado, o pasible de ser afectado, provocaría una inmediata respuesta al ataque. Así es, estos anticuerpos generarían una memoria inmunológica permanente y efectiva.
Aunque algunos aprendices de curandero prefieran denominar a esta argucia de la ingeniería biológica simplemente como vacuna, el uso del término antígeno, en la relación médico-paciente, constituye de por sí una cura casi infalible para la pityriasis, sea ésta congénita o nó.
Visto y considerando las circunstancias concominantes y sin alejarse de las formalidades administrativas, el Doctor Honoris Causa no tardó en disponer que el estado publicara en el Boletín Oficial E Inapelable Del Protectorado, el llamado a Licitación Pública Nacional e Internacional que permitiera la adquisición de los Sagrados Antígenos en un todo de acuerdo con la Ley de Contabilidad que regía por esos tiempos. La violación de estas expresas disposiciones en vigencia podría, en caso de incumplimiento, dar lugar a severas sanciones previstas o del todo imprevistas.
El correspondiente Pliego de Especificaciones Técnicas que sirviera de base a la antes mencionada Licitación Pública contenía algunas Clàusulas Particulares que fueron cuestionadas por el farmacéutico del Pueblo. Se quejaba éste del exigüo plazo de entrega, fijado en letra pequeña, en relación con la enorme cantidad de antígenos que debían ser provistos por el Adjudicatario que lograra triunfar en esa justa competencia entre esforzadas empresas capitalistas (alabado sea el libre mercado).
Ante una protesta formal, contestósele que los tiempos especificados por Salud Pública fueron determinados por el Colegio de Profesionales en el Arte de Curar, organismo éste presidido a la sazón por el cuñado del Señor Ministro, y obedecían a las extremas razones de urgencia inherentes al caso.
Se hacía notar además que si fuera necesario, el Estado, en salvaguarda de los superiores interes del Bienestar General podría hasta emitir un Decreto de Necesidad y Urgencia.
Estando así las cosas, el farmacéutico desistió de ejercer su derecho de apelación ante el Superior Tribunal competente en la materia, y todo siguió su curso.
El Muy Superior Tribunal, máxima instancia del Poderío Judiciable, era conducido a la sazón por un joven recièn iniciado en esas lides pero toda una promesa de su generación, que fuera designado por el propio Excelentìsimo Señor Gobernador según Decreto Nro.: 00-0001, firmado y promulgado con fuerza de Ley el mismo día en que su Honorable Majestad asumiera la conducción del Ejecutivo, y sin tener para nada en cuenta que se trataba de su hijo primogénito.
Los hechos casuales son a veces sospechados por ciudadanos que no tienen nada mejor que hacer más que criticar los actos de gobierno.
Algunos de éstos hechos resultan por demás anecdóticos: Se comentaba que un primo del Señor Ministro había conseguido un préstamo no retornable para cierto emprendimiento productivo relacionado con la fabricación de pequeños envases destinados a la industria farmacéutica. Pudo comprobarse, por supuesto extenporáneamente, que ese primo fue el encargado de proveer las cajitas. Afortunadamente, ciertos fueros lo protegen aún de efectuar declaración alguna en un tema tan delicado y en el cual, a lo sumo, pudiera haber ocurrido alguna "desprolijidad".
Un amigo del primo de Señor Ministro, tambièn comprobado a posteriori cuando gozaba ya del beneficio que otorga la prescripción (acción de caducar un derecho por el mero transcurso del tiempo), adquirió por esas fechas una enorme cantidad de aspirinas sin envase. Los malintencionados de siempre hasta llegaron a suponer que fueron destinadas a ocupar el interior de las cajitas.
La calidad del medicamento provisto por el adjudicatario cumplimentaba y hasta superaba las pautas farmacològicas oportunamente fijadas en el Pliego de Condiciones Particulares que sirviera de base a la Licitaciòn de referencia.
Cualquiera podía leer en esas cajitas que además de antígeno antipytiriasis, el producto era infalible para combatir ftirápteros, esos insectos neópteros tan comunes en las zonas alejadas del centro urbano.
Este "efectosecundario" (si se me permite pasar un "chivo"), dió lugar a una Resolución Ministeríal que modificó el Monto Contractual previamente aprobado, hasta el límite justo de la Certeza Cuasidelictiva del Dolo Involuntario.
"Cuentan los criollos del suelo" que una vez terminada la Campaña de Vacunación Masiva y según datos del Instituto Estadístico Nacional de Argentilandia, cuyo Director General era pariente de un amigo del primo del Señor Ministro, que los guarismos probaban de manera irrefutable la sustantiva disminución en el número de afectados, no solo por la caspa sino también por los piojos.
El pueblo se habìa salvado y cantaba loas no solo al Gobernador sino a todo su Gabinete. Pudo escucharse entonces por las calles la voz del pueblo, sin duda alguna, la voz de Dios.
El Señor Ministro, terriblemente agotado por la labor cumplida, fué injustamente víctima de una pytiriasis capitis reincidente. Supuestamente afectado por una extraña depresión, abandonó sus funciones y se retiró convalesciente a una lujosa propiedad adquirida a tal efecto en un conocido balneario de Brasil, Departamento de Pelotas.
Hoy dicen de él las malas lenguas que es un triste piojoso con caspa, de esos que pasan su tiempo rascàndose en Pelotas.
ergo, literalmente dedicado a zumm.
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