LA BENDICION
Comienza a terminar la noche.
Espíritus errantes agonizan al amanecer.
Los pájaros afinan sus gorjeos.
Las hadas del reino de la oliva
ofrendan a Morfeo,
el sueño bendecido de sus almas.
La misma dicha, el mismo olor…
Entrelaza toda mano la real ternura.
El tacto sublimado y despojado de la piel
penetra en vuestra calma.
Átomo de locura,
rebeldía indómita de perfecta creación,
¿Como es que haces a los vivos
girar en tu invisible entorno?
Las sombras de la noche se rebelan contra el alba,
con estelas esparcidas por su lucha.
Los árboles atrapan al viento y sus silbidos.
Los mismos párpados cerrados con dulzura,
la riqueza y su puro entendimiento,
fantasea engalanada fusionando a la vida en un solo gesto.
Hada flora…
Hada luna…
Redunda la odalisca en mis palabras,
el regocijo se enternece.
Nace por fin lo que siento y he sentido,
lo que antes de mi epilogo estaba escrito,
en milenaria constelación.
Ah… mis manos tiemblan
como tiembla la doncella al ser besada,
cuando mi corazón claridifuso se descuelga
por las colinas de sus almas.
¿Te acuerdas amor...?
¿Recuerdas cuando nuestros corazones
fueron habitados por la dicha?
Somos las dos y juntas la llave de la misma puerta,
princesas de una misma corona,
la guía hacia lo recóndito,
el lugar donde la distancia fue vencida,
nuestra más vasta morada se halla…
Cae mi talle como una lluvia de fuego sobre los campos,
mi octavo sentido me despierta de este hermoso viaje.
Sumergido en vanidad
siento y observo,
callo y vigilo.
Sobre el Mar de mí azulado reino
de acuarelas coloreado,
cobijado por el brazo de mi reina oliva
se refleja,
como único y sentido testamento
mi bendición:
Benditas vuestras alas
por el viento que las besa.
Benditas vuestras huellas
de quebranto.
Bendito vuestro vuelo enamorado
entre la noche constelada.
Venerado altar de la palabra
en donde el amor no se destruye,
bendito seas, por invocar al sentimiento.
Oh... lira bendita que embelleces en delirio
el canto de las ninfas,
haz que mis pupilas las busquen,
haz que mi piel se desnude de caricias
para ellas,
mis dos queridas hadas,
fallecidas en desgracia y
reencarnadas en doncellas.
Silencio silencio,
ah, silencio…
No invadas mi boca,
no sepultes mis vocablos,
no impongas tu estruendo sideral,
aún no crucifiques mis sonidos.
Antes que tu infinita seda selle mis vanidosos labios,
permíteme este último suspiro
como final.
(...)
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