Esta es una agrable mañana, debo caminar tres cuadras hacia abajo y el vientecillo primaveral acerca a mí olfato el aroma varoníl del terno, que, apegado a mí pecho llevo a limpiar en el Lavaseco. Es como si llevara estrechado en mis brazos al hombre amado, tan cerca mío y a la vez lejano e imposible. Nunca pensé enamorarme así, vivir bajo el mismo techo, sufrir y ser feliz. Soñar de día en todo lo que hago con inmenso cariño para él. Y al amanecer despertar soñando fantasías o el desconsuelo de mí triste realidad.
-Me da pena que el traje sea tironeado por manos ajena a las mías, de uñas rojas que parecen garras ensangrentadas, manoteado y tirado en el montón despues de entregarme una boleta, la otra quedó en el bolsillo. Repartidas, como mí vida. Lo atiendo lo mejor que puedo, bien presentada y el atiende a la otra.
Cavilando sandeces, en las nubes regreso a casa. Sirvo mi desayuno y me lo trago rápido, hay tanto que hacer. La hija que desnuda el ropero y no guarda nada. El muchacho cariñoso pide que no toque nada, que él va a ordenar: - No te precupes, loquita... Los adoro, porque siendo sus hijos, son míos también y siempre estoy cuando me necesitan. Cuantas veces los he salvado de reprimendas merecidas, para que no los castiguen.
Empiezo por la cocina, anoche la dejé impecable, retiro la loza del comedor para lavarla . Guardo lo demas en el refrigerador y el molestoso teléfono no me deja continuar, suena , suena. Me acerco y me recuerdan de ir al Lavaseco. Supiera que dichosa aspiré el aroma del terno, como veinte minutos, sin parar.
-Si señooora, estará listo el jueves en la tarde el terno de don Francisco. Si, si. Ya lo se. Si, si. No se preocupe.
Y corta la comunicación.
Era ella. la Otra que llama de la oficina. |