Siempre sospecho cuando alguien me repite incansablemente una misma frase: “Nunca haré eso”, “Jamás tomaré o dejaré esta conducta”, “Ese es un valor que nunca romperemos”, “etcétera. La regla psicoanalítica dice que posiblemente se terminará haciendo lo opuesto de lo que niegan. Y es que se ha repetido tantas veces que el dos de octubre no se olvida, que no pude evitar cuestionarme cuál es la verdadera intención de esa frase: ¿Será que se tomaron medidas necesarias por lo sucedido y que estas medidas que se tomaron son motivo de festejo? ¿Qué aquello que se buscó en el año del 1968 ya se alcanzó? Pues no. Al parecer, ninguno de los puntos anteriores han sucedido. La celebración de la fecha solamente sirve para señalar que el gobierno asesinó a estudiantes, que existe un gran resentimiento al respecto y que se sin falta se realiza una marcha anual, donde algunos gritan, algunos con aspiraciones de liderazgo o políticas se dan a conocer y algunos rompen vidrios y se pelean con policías. Esto me recuerda a las mujeres golpeadas, que cuando necesitan chantajear al marido o quieren hacerlo sentir mal, le recuerdan la paliza a la que fueron sometidas días antes; pero no lo dejan, no lo denuncian, ni siquiera toman venganza. Caray, es como si, en la Independencia, Miguel Hidalgo hubiera visto morir a sus soldados, se hubiera retirado y hubiera decidido recordar la ira de la derrota con marchas anuales; claro, guardando las proporciones debidas. Pero en realidad, estas protestas con dejos ingenuos y pueriles de violencia, obedeciendo intereses políticos y maldiciendo los mismos nombres de siempre, no simbolizan correctamente el recordar ni añorar los ideales ni la memoria de los asesinados; México sigue siendo un país reprimido y altamente injusto, alimentar la cultura de la queja sin hacer nada al respecto, no es recordar. ¿Indigna el abuso de poder cometido y no debe repetirse? Claro que indigna, pero hay que inculcar un hábito participativo en los mexicanos y hacer de la educación una herramienta contra los aprovechados, que provienen desde los niveles más altos, como funcionarios del gobierno y aliados abusan de la ignorancia, hasta los más peligrosos, como el narcotraficante y el delincuente que se siente protegido y es tolerado en cierta complicidad por los mismos mexicanos, o los más sencillos donde los trabajadores públicos y privados abusan de los usuarios sin que nadie reclame.

Mientras la mujer golpeada tenga el recuerdo de la paliza con el que puede chantajear a cambio de unas cuantas migajas, y lo siga considerando como su mayor posibilidad de justicia, no será capaz de obtener el bienestar idóneo. Es lo mismo con la marcha.

Siempre sospecho cuando alguien me repite incansablemente una misma frase: “Nunca haré eso”, “Jamás tomaré o dejaré esta conducta”, “Ese es un valor que nunca romperemos”, “etcétera. La regla psicoanalítica dice que posiblemente se terminará haciendo lo opuesto de lo que niegan. Los que organizan la marcha, en el fondo saben que conmemorar como lo han hecho hasta ahora, es desahuciar la matanza al olvido.

Mi nueva definición de historia, es: “La historia es el estudio de los hechos pasados para saber lo que se repetirá en el futuro”. Creo que en nuestro país es bastante tedioso mencionar fecha tras fecha, que, según esto, no se olvidarán, y por esta razón todas se han comprimido en el dos de Octubre. Pan y circo al pueblo, gasto y muestras de arrepentimiento a la esposa golpeada, marchas y algo de atención para los estudiantes e involucrados en la matanza del 68. Todos contentos y felices. En unos días se celebrará el día de muertos, después navidad, luego el día de la bandera y, meses después, el dos de Octubre. Caso resuelto.