No es tiempo
de jugar con marionetas temblorosas,
anuras, beligerantes o putas.

No es tiempo
de perder la vida
dejándose seducir
por un vals de mariposas entrelazadas,
gimiendo, con hipo o haciendo el amor...

¿Que cómo carajos sé que no es tiempo?
No lo sé,
lo calculo
(¡porque no se me prohibe calcular!),
lo predigo con la duda entre mis piernas,
con la razón bífida, epiléptica,
con la panza vacía y la teología en la boca.

¿Tiempo?
¿Que cuál tiempo digo?
Tampoco lo sé,
no debería.

El tiempo...si especulo un poco
delirantemente concluiría
que pudiese ser
aquel que pasa entre los canguros adictos a saltar
o el que ata los calzones a las musas de manos amputadas
o aquel que pudimos,
vos y yo,
observar un día allá en la obscena avenida.
Sí.
Ese que llevaba mierda en la boca
e iba
besando al porvenir.