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Inicio / Cuenteros Locales / kone / EL LLAMADO (CAPITULO 5 FINAL)

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Capítulo 5

Miranda se debilitaba. Las fuerzas la abandonaban y en lo único que podía pensar era en Erick. El remolino que la envolvía le impedía moverse y solo con mucha dificultad logró mover un poco la cabeza.
Se observó a sí misma. Desmadejada como muñeca rota aparecía su cuerpo varios metros debajo de ella.
Una oración silenciosa pasó como un parpadeo en su mente. De pronto, el enorme torbellino dejó de girar y ahora se encontraba flotando en algún lugar desconocido. A su alrededor todo era blanco y sólo escuchaba un suave murmullo ininteligible. Se dio cuenta de que la voz provenía de su mente,.Poco a poco el murmullo fue haciéndose más claro hasta que pudo escucharlo con claridad.
“No temas” –dijo la voz.
“¿Carolina? –Miranda le respondió en su mente. De alguna manera sabía quien estaba con ella.
“Si. Debes darte prisa. No tengo mucho tiempo y debo decirte algo muy importante”
“Lo sé. Quieres irte con tu familia”
“Así es, pero necesito que primero me ayudes a destruir a Mónica. Es debido a ella que no he podido descansar. Siempre fue demasiado cruel y todo su odio se lo llevó después de morir.”
“¿Por eso sigues aquí?
“Si. Mi espíritu está encerrado en este lugar y debí irme cuando Mónica murió, pero no fue así. El odio que debió desaparecer a su muerte es lo que la mantiene a ella en este mundo y que me impide liberarme y reunirme con los míos”.
“Dime que debo hacer”
“Te ayudaré a regresar a tu cuerpo. Hay alguien que te ayudará a terminar el mal que prevalece en este lugar. Ya está aquí.”
“Erick. ¿Cómo me encontró?”
“El lleva algo que perteneció a Mónica. Debes destruirlo con fuego en el lugar donde están mis restos y debe ser hoy. Ella utilizó mucho poder para traerte hasta aquí y la tormenta y la enfermedad de tu tío son causada por ella. Ahora está mas débil y es mi oportunidad de liberarme”.
Poco a poco, el entorno pacífico en el que se encontraba fue desapareciendo para ser sustituido nuevamente por el torbellino. Miranda se percató de inmediato que ya no era tan fuerte como antes. Ahora podía moverse y su cuerpo bajaba poco a poco hasta alcanzar a ver su cuerpo. Aun estaba en el suelo pero no estaba sola. Un profundo sentimiento de… amor, sí. Definitivamente era amor la inundó por completo. Es ese estado todo era muy fácil de comprender y dilucidar. Lo que antes le pareció confuso ahora era más claro que el agua y quería decírselo a Erick cuanto antes.

*****
Las manos de Erick temblaban. Apenas podía controlarlas al mover el cuerpo de Miranda y acomodarlo para darle RCP. El agua fría escurría de sus cabellos hacia su rostro y se entremezclaban con las lágrimas. “Como he sido tan estúpido” pensó mientras presionaba su pecho y le daba respiración. “Debí decirle que la amaba y quizá ya sea tarde. ¡Dios! Dame una oportunidad”.
Una y otra vez realizaba el masaje en espera de una reacción. En silencio oraba por un milagro y de pronto… Una fuerte aspiración seguida de un acceso de tos hizo que casi gritara de alegría.
Miranda se incorporó ayudada por Erick que la abrazaba entre asustado y emocionado.
—Miranda, Miranda… -murmuraba con voz entrecortada –Gracias al cielo que…
Miranda se dejó mimar unos segundos, disfrutando la cercanía y un instante después alzó la cabeza a la vez que atraía la cabeza de un asombrado Erick y fundió sus labios con los de él.
La cabeza de Erick daba vueltas. Emociones encontradas chocaban en su mente. Por un lado el inmenso amor que sentía hacia Miranda aunado al temor de verla muerta, las extrañas circunstancias que rodeaban a su familia y encima de todo el delicioso beso que ahora sorprendido disfrutaba. Dejó a un lado sus pensamientos y se concentró en las placenteras sensaciones que despertaban en su cuerpo. Sus brazos la atrajeron con más fuerza profundizando el beso. Ahora no había dudas, desconfianza ni secretos.
—Miranda –murmuró suavemente contra su cabello -¿Te encuentras bien?
—Mas que bien… estoy perfecta.
—¿Cómo es posible…? Hace un instante… pensé que te había perdido. ¡Diablos! Estoy divagando. –Dijo al tiempo que se levantaba y le ayudaba a la joven –Debemos salir de aquí.
—No Erick, no podemos irnos hasta habernos asegurado de que destruimos el mal que se encierra en este sitio.
—De que hablas. Por poco mueres y todavía…
—No entiendes, pero debes ayudarme a resolver esto. Carolina dijo que tienes algo de Mónica y que debemos quemarlo en donde están sus restos. Es muy importante que sea en este momento que Mónica está más débil, de lo contrario Carolina no podrá descansar ni reunirse con los que ama…
—El diario –Interrumpió Erick -¿Cómo sabes que encontré el diario de Mónica?
—¿De verdad? ¿Dónde lo encontraste? Es preciso que lo destruyamos. Por favor Erick, confía en mí. Te digo la verdad –Suplicó la joven.
—Por supuesto que te creo, amor. Es sólo que no podría soportar que algo te sucediera. Casi me muero cuando… -No pudo seguir hablando. Sus ojos le decían en silencio lo que sufrió cuando la creyó muerta.
—Nada me pasará –Afirmó Miranda con tal convicción que Erick no pudo menos que creerle.
—Entonces dime en donde buscamos.

*****

En el hospital, Sofi caminaba por el solitario pasillo en busca de la máquina de café. Con calma se sirvió y tomó un par de piezas de pan que alguien amablemente había dejado sobre el mostrador de la enfermera del turno nocturno.
Con paso pausado regresó al cuarto donde yacía Don Alberto. En silencio se sentó en el sillón colocado a un lado de la cama y le dio un sorbo al café caliente que corrió reconfortante por su garganta.
“¿Qué había pasado?” Se preguntó por enésima vez al contemplar el rostro quieto del paciente. Si bien Don Alberto era un hombre mayor, también era un hombre bastante “correoso” y desde que se había reencontrado con su sobrina, definitivamente se encontraba más saludable y mucho más feliz.
El fuerte ataque cardiaco definitivamente había sorprendido a Sofí que vigilaba la salud del anciano como si fuera su propio padre. Le inquietaba no haberse dado cuenta de alguna preocupación de Don Alberto que pudo desencadenar la falla del corazón. “¿Qué pudo ser?” se preguntaba mientras se inclinaba en el sillón y tomaba la arrugada mano entre las suyas. Su buen juicio le decía que no había sucedido nada que le causara tal trastorno, pero el corazón le decía que era algo más aunque pareciese estúpido siquiera pensarlo.
Don Alberto había amanecido de muy buen humor. Sofi le llevó el desayuno a la cama y le había comentado que Miranda y Erick habían madrugado y se habían ido al pueblo.
Perfecto –comentó el anciano con una sonrisa bonachona.
¿Qué es perfecto? –preguntó Sofi con fingida inocencia.
Como si no supieras –puntualizó Don Alberto mientras le daba un sorbo a su vaso de jugo –Erick no se ha comportado como siempre lo ha hecho desde que Miranda llegó.
Yo diría que desde que la conoció –agregó la enfermera de buen talante.
¿A qué te refieres? Cuéntame –Pidió Don Alberto emocionado.
Sofí le confió que escuchó a Erick llamar a una compañía de taxis y cancelar un servicio que Miranda contrató para viajar a la mansión y después hablar con su padre para solicitarle unos días de descanso.
Don Alberto escuchaba embelesado cada palabra de la enfermera al tiempo que comía con buen apetito su desayuno.
Sofi sabía que Don Alberto miraba con muy buenos ojos una posible relación entre su sobrina y Erick aunque llevaran tan poco de conocerse. Ella misma se daba cuenta del efecto que causaba el abogado en Miranda y no podía dejar de emocionarse con la idea de un romance entre ellos.
El resto de la mañana transcurrió tranquila hasta que al entrar la tarde gruesos nubarrones obscurecieron el cielo. El fuerte viento anunciaba una tormenta y Don Alberto sabiamente dejó que los sirvientes que en su mayoría no habitaban la mansión se retiraran a sus casas. Sólo se quedaron Raúl, el mayordomo y ella. Fue cuando ocurrió la tragedia.
Sofí subía las escaleras con un libro que le encargó Don Alberto y que había dejado en el estudio cuando escuchó un golpe sordo. Rápidamente la enfermera entró a la habitación para ver al anciano tirado sobre el tapete y respirando con dificultad.
La mujer corrió de regreso a la escalera y gritó con urgencia al mayordomo para que pidiera una ambulancia mientras ella daba los primeros auxilios a Don Alberto.
Después de eso, todo había transcurrido como un mal sueño. Instantes después se encontraba a bordo de la ambulancia que devoraba el camino al transitar a la máxima velocidad que permitía el fuerte viento y la lluvia.
“Ahora solo queda esperar que todo se resuelva para bien” reflexionó al tiempo que se intentaba ponerse cómoda en el sillón e intentar dormir un rato.
Ya entre sueños alcanzó a escuchar suaves murmullos que casi de inmediato se convirtieron en sollozos. Sofí se incorporó al instante y se acercó al enfermo.
Don Alberto se movía inquieto mientras de su garganta brotaban una serie de murmullos ininteligibles. Sofi se acercó más aún. Su rostro muy cerca del anciano y alcanzó a distinguir algunas frases sueltas.
—Madre… vete ya… el jardín no es tuyo… daño a Miranda…
De la misma manera que comenzó el delirio, se terminó. El frágil cuerpo del anciano se tensó un instante y luego se relajó visiblemente.
Apurada Sofí tomó el pulso. Ahí estaba. Fuerte y acompasado. Casi pega un grito al percatarse de que Don Alberto la miraba fijamente. La mirada completamente lúcida.
—Sofi… Miranda corre un gran peligro.


**********

Erick miraba asombrado el gigantesco macetero que ocultaba un la entrada a un sótano.
—¿Se supone que la entrada está bajo esto? –preguntó incrédulo al tiempo que señalaba el enorme tiesto.
—En mi sueño esta vació –explicó preocupada. Ahora el vació lo ocupaba una considerable cantidad de tierra “o mas bien de lodo”, se corrigió.
Aún así, el abogado se colocó en un extremo y empujó con todas sus fuerzas. Por supuesto fue inútil.
—Busquemos algo para hacer palanca
Se separaron y comenzaron a buscar. Miranda encontró una pala pero el palo estaba bastante podrido y se rompió al primer intento. Si bien la pala no sirvió, le dio a Erick una buena idea. Colgada de uno de los muros estaba colocada una hacha o para describirlo mejor, sólo la pieza de acero pero sin el asidero de madero que debió destruirse bastante tiempo atrás.
Tomando con firmeza el viejo metal, comenzó a golpear alrededor del macetero destruyendo la vieja madera. Con desesperante lentitud la hendidura en la madera se fue convirtiendo en un ancho surco. Un peligroso rechinido y el crujir de la madera avisaron a Erick del derrumbe. Rápidamente se alejó. El peso del macetero venció a la madera que se dobló lentamente, como haciendo un último esfuerzo por resistir.
Con un fuerte impacto, el macetero cayó al sótano y se rompió en dos grandes pedazos, regando su contenido.
Miranda y Erick se apuraron a bajar utilizando como un gran escalón lo que quedó del macetero.
Una vez abajo, la joven recorrió rápidamente con la mirada la pequeña habitación. Casi podía escuchar los latidos de su propio corazón al tiempo que su mirada buscaba impaciente…
—-¿Erick…? –Sólo un suave murmullo alcanzó a salir de su garganta. Colocó una mano en el brazo del abogado. El hombre pasó un brazo sobre los hombros de la chica y juntos caminaron hacia un montón de trapos que se encontraban al lado de un desvencijado camastro.
Tal como ambos presintieron, los trapos ocultaban parcialmente los huesos de lo que alguna vez fuera Carolina.
Por primera vez Miranda titubeó. Sabía lo que tenía que hacer pero solo hasta ese momento se percató de la magnitud de la desgracia. Estaba a lado de los restos de quien había sido su bisabuela. Una persona que había sufrido injustamente y cuya muerte sin sentido había roto una familia que nunca tuvo la oportunidad de llorarla ni de hacerle justicia. Peor aún. Ni la muerte de su asesina había logrado liberar su espíritu.
Ahora eso había cambiado. Ahora ella podía ayudar a que el alma de su bisabuela encontrara el descanso que necesitaba.
Erick observaba detenidamente el rostro de Miranda. Un sin fin de emociones pasaba por su rostro. Él sabía muy bien lo que sentía la chica sin que tuviera que decírselo.
Apoyó firmemente una mano en su hombro haciéndole saber que contaba con él.
Ambos se arrodillaron junto a los restos y Erick le entregó el diario a Miranda. Sus manos hurgaron en los bolsillos de su pantalón hasta sacar el encendedor.
La pequeña llama acudió al instante y acercándola a la vieja tela, la encendió de inmediato.
Un horrible crujido se hizo oír en medio de la tormenta y ambos dirigieron la mirada hacia arriba. Por un extraño motivo la fuerte lluvia y el viento se detuvieron y asustados vieron como un espacio en el cielo se limpiaba de nubes para dar paso a una tenue luz de luna que débilmente iluminó el movimiento de los gruesos nubarrones como si tuvieran voluntad propia.
Con asombro observaron el extraño movimiento de las nubes. Parecían bajar hacia ellos. Nuevamente se escucho el crujido de madera vieja y de algo más… ¿Un gemido?
Lo que parecía un inexplicable fenómeno meteorológico había mutado en una aterrorizante entidad que rodeó el invernadero como un gran puño con una hoja de papel.
Sin pensarlo dos veces Miranda abrió el diario y lo arrojó al crepitante fuego. Casi al mismo tiempo el rugido de una bestia herida lastimó los oídos de Miranda y Erick.
Una fuerte ráfaga de viento y agua entró hasta el sótano donde se encontraban y casi apagan el fuego.
—Debemos salir de aquí ahora mismo –El abogado se encaminó hacia el hueco que dejó el macetero.
—Espera… debemos asegurarnos de que el fuego no se apague.
Erick observó a su alrededor y rápidamente se dirigió al pequeño catre. Lo levantó y lo estrelló contra un muro con todas sus fuerzas.
La vieja y seca madera se hizo añicos y entre los dos arrojaron las tablas y astillas al fuego que se incrementó rápidamente.
Erick tomó la mano de la chica fuertemente y la arrastró nuevamente hasta el roto macetero. Subió primero él y cuando estaba arriba se escuchó nuevamente el rugido bestial. Otra vez el rechinar de la madera, los nubarrones girando alrededor de la construcción apretando cada vez más, esforzándose por impedir la destrucción de lo que fue la tumba de Carolina Castillo.
Estaba por inclinarse para ayudar a subir a Miranda cuando algo filoso cortó su mejilla y se estrelló en el piso de piedra.
—¿Te encuentras bien? ¿Qué fue eso? Preocupada observó al abogado que se limpio usando la manga de su mojada camisa.
—Solo es un pequeño rasguño pero no pude ver que fue lo que me hirió –Si era posible, ahora estaba más nervioso que cuando entraron a ese lugar. Recorrió con la vista el entorno: Los nubarrones alrededor del invernadero, los rayos que ocasionalmente salían disparados en todas direcciones, el sonido atemorizante de la madera al partirse en medio de fuertes rugidos, la llamas que crepitaban vigorosas consumiendo el viejo diario y los restos humanos y que aunque alumbraban medianamente el sótano eran insuficientes para cortar la oscuridad sofocante que circundaba el resto del lugar.
Miranda también presentía que algo más estaba por ocurrir. No debían salir ahora aunque la razón le dijera que la construcción estaba por venirse abajo.
De pronto un estallido de luz. Ambos volvieron la vista hacia el fuego y observaron asombrados las llamas que resplandecían de un refulgente color blanco y sin pensarlo un segundo más, Erick extendió su mano para ayudar a Miranda a subir al macetero. Una vez arriba subieron fácilmente cuidándose de las astillas puntiagudas de lo que había quedado del piso del invernadero.
Justo al subir, el remolino de nubarrones alrededor de la construcción cobró velocidad al mismo tiempo que el crujir de madera y de algo mas que ahora ambos identificaron perfectamente como el sonido de cristales rompiéndose.
Ambos lo supieron al instante. Si bien no había un solo cristal entero de lo que fue el invernadero, aún tenía una gran cantidad de restos de cristales que les caerían encima antes de que lograran salir.
En ese preciso instante todo colapsó. Con un estruendoso rugido la vieja madera se partió y cayó en medio de brillantes y mortales cristales como pequeños puñales.
Como en cámara lenta Erick arrastró a Miranda nuevamente al agujero del sótano que despedía aun su blanca luz.
En un instante estaban sobre el macetero y al siguiente completamente enlodados dentro del mismo. Se abrazaron y esperaron lo peor. Escucharon como se desplomaba todo a su alrededor y luego nada.
La luz blanca era cegadora y los rodeaba completamente. No se escuchaba ningún ruido e inexplicablemente se sintieron reconfortados.
Poco a poco la luz se fue desvaneciendo hasta concentrarse en un solo lugar.
Pasaron algunos minutos que les parecieron horas y lentamente salieron de su inesperado refugio atraídos como polillas a la tibia luz que ya era tan tenue que fácilmente identificaron de quien emanaba: Carolina.
Estaba de pie frente a ellos. Erick notó inmediatamente la enorme diferencia en su apariencia. De la entidad abatida y de mirada profundamente triste, ahora se mostraba un ser lleno de paz y su mirada reflejaba agradecimiento y bondad.
Carolina los miraba fijamente. Miranda sabía que se estaba despidiendo y le sonrió un segundo antes de que comenzara a desvanecerse. Poco a poco la etérea presencia se disolvió ante sus ojos hasta verse solo unos pocos puntos luminosos como si fueran partículas de polvo flotando.
Solo hasta ese momento Erick se permitió moverse para inspeccionar a en torno a ellos.
Fijó su mirada en el cielo. Aún quedaban vestigios de lo que los había atacado… de Mónica. Formaba una especie de garras que circulaban lentamente por encima de ellos y que también se desintegraban poco a poco. Sabía que Carolina los había salvado en el último instante. Alrededor del roto macetero estaba un círculo perfecto en el que no cayó ni un solo trozo de madera o vidrio del invernadero.
En silencio, salieron nuevamente sin dificultad. Se percataron de que lo único destruido fue el invernadero.
La puerta del enrejado se encontraba abierta tal y como la dejó Erick horas antes. Solo hasta que estuvieron fuera del jardín se permitieron abrazarse y relajarse unos minutos.
Ya no tardaba en amanecer. El cielo se veía ligeramente mas claro y podían ver perfectamente por donde iban. Miranda aún tenía que enfrentarse a una prueba más. Debían ir al hospital…

EPILOGO

Sorpresas
Con complacida, Sofi se recostaba en su cama y encendía la televisión.
Estaba muy cansada pero se sentía demasiado alerta para poder dormir.
Había sido un día demasiado ajetreado pero afortunadamente todo había salido excelente.
Don Alberto dormía plácidamente en su habitación. Quién hubiera pensado que un anciano como él pudiera tener una recuperación tan rápida. A todos los dejó boquiabiertos cuando después de estar al borde de la muerte de un momento a otro  despertaba como si solo hubiera dormido una siesta.
Otra sorpresa llegó cuando Erick y Miranda anunciaron a los pocos días que se casaban. Sofi nunca había visto una pareja tan enamorada como la de ellos. Si Sofi no hubiera estado con Don Alberto cuando le dieron la noticia, seguro que se hubiera puesto a brincar de alegría. “Lo sabía”, “Lo sabía” , exclamaba mientras Sofi lo sostenía de los hombros para mantenerlo en la silla.
Por supuesto Don Alberto comenzó a planear una gran boda. Contrató a una agencia de organización de eventos para que le ayudara y estaba tan entusiasmado que Sofi no tuvo corazón para decirle que una celebración del tamaño que deseaba, llevaría más tiempo que los 3 meses que habían fijado.
Sin embargo, y para sorpresa de Sofi y definitivamente de la agencia, todo había salido a pedir de boca. La iglesia más bella, las flores favoritas de la radiante novia,  el vestido perfecto que no necesito arreglo alguno, el banquete, la música… ¡Dios! Simplemente había salido perfecto.
La fiesta, por supuesto se había celebrado en la mansión. Sofí nunca había visto tanta gente reunida en ese lugar. Todo mundo sonriendo y deseando lo mejor para Erick y Miranda.
Solo una cosa sorprendió y extraño a Sofi.
Casi al final de la fiesta, Miranda se acercó a Sofi para pedirle un favor antes de irse de viaje.
“—Sofi… necesito que hagas algo por mí”
“—Por supuesto!”
“La joven tomó una flor del ramo que llevaba y se la entregó a Sofi junto con un trozo de papel que llevaba escrito un nombre que Sofi no conocía—Llévala mañana al cementerio y déjala en esta tumba –dijo mirando fijamente a Sofi. —lo haría yo misma pero estamos por irnos y no quiero esperar hasta que regrese.
Sabiamente Sofi sólo asintió y no preguntó nada. Demasiadas cosas raras habían pasado en los últimos meses que prefería no preguntar.
Resuelta, apagó la televisión y cerró los ojos. Lo único que importaba ahora que Erick y Miranda iban a ser muy felices. De eso estaba segura.

Texto agregado el 01-10-2008, y leído por 310 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
27-10-2013 Me ha encantado llegar al final de esta historia, aunque sea un tiempo después (años después :P). Es una historia que, leída como la he releído para retomar la trama y leer el final, es perfecto argumento para una película. Y no es difícil hacerse con las imágenes y verlas como un film. Enhorabuena! ikalinen
22-04-2012 Exelente, exelente.Y tuve tranquilidad para leer todo de una vez.Te felicito.*****. pantera1
30-12-2008 Fascinante como expones el trama de esta novela, riquisíma en su argumento e imágenes y vocabulario además de superinteresante, por la temática para-normal que la distingue. Me gustó mucho. Te felicito. Mis estrellas ************** Yetsenia123
01-10-2008 como novela tu escrito no sirve. pero creo podrias mejorar. checa la de: marquesdesade en eesta pagina. marquesdesade
 
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