INERCIA
La rutina del trabajo diario era la esencia de la vida. La jornada de labor de mas de diez horas ajustaba suavemente con el pausado latir de su corazón. Así transcurrió buena parte de su juventud. Digamos 15 años para tranquilidad de aquellos que encuentran sentido a la vida solamente si esta es mensurable en tiempo.
El día de descanso lo ocupaba en escuchar música, asistir a misa y comer medio pollo asado con patatas, porque eran actividades que a fuerza de repetirse domingo a domingo formaban también su rutina, la vida misma.
El comportamiento apaciguado del joven Isaac podría explicarse debido a insuficiencia hormonal, una pena muy grande o un severo cuadro de neurosis, pero difícilmente a la causa verdadera, la convicción de que el movimiento rectilíneo de su existencia iba a constituir una aportación fundamental a la ciencia.
Cuando más convencido estaba de la certeza de su trabajo se suscito el hecho que tenía que acontecer. Durante un paseo nocturno por las oscuras calles de Villa Kensigton, una mujer rubicunda, de finas facciones irlandesas y alborotada melena color fuego pasó a su lado con una cercanía ligeramente más breve de lo que aconseja la moral puritana isabelina.
Aroma a lavanda añeja, un matiz de bourbon y algo más. Una convulsión, espasmo mental espabilaron a un hombre adormecido. No, no eran falta de hormonas, neurosis o un añejo penar lo que mantenía a Isaac deslizándose rectilíneamente en una superficie lisa. Era la búsqueda del conocimiento.
Entonces echó a correr. No en pos de la dama alegre, sino al estudio. Y excitado por lo que la vida le había descubierto sentenció en su primera Ley, llamada de la inercia: "un cuerpo permanecerá en estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme, a menos que una fuerza externa no equilibrada actúe sobre él. Debido a la existencia de la fricción, no habrá ningún cuerpo real que esté totalmente libre de la acción de fuerzas externas".
Desde entonces su vida no volvió a ser la misma. Porque debido a la bendita fricción que es también motor del orgasmo, cualquier vida que se precie de serlo correrá dando tumbos, ensayando desvíos y nunca, nunca en reposo, como convalidó siglos después un tal Freud.


ACCIÓN Y REACCIÓN
Ella lo buscó como un oasis en su poblado desierto. El la siguió como luciérnaga ciega que persigue la luna, porque para cada acción debe haber necesariamente una reacción.
Lo que no sabían es que dos fuerzas se anulan cuando actúan sobre el mismo objeto. Entonces ella, en su ignorancia se entregaba al amor y él, también lego, a lo mismo.
Y seguían sin saber que para que la acción y reacción no se neutralicen deberán, primero, ser de la misma fuerza en magnitud y dirección, y dos, actuar sobre objetos diferentes.
¿Pero el amor de cada quien puede ser el mismo y lo mismo en magnitud y dirección?
Pues no, porque la fuerza está determinada por la esencia , desarrollo e historia, y por tanto, por definición, distinta. Y solamente actuará en objetos diferentes, esto es, cuando cristalizan en algo propio y ajeno y común, como lo es un tercero. Y cuando este no existe, solamente queda neutralización, no sinergia.
Y por eso Isaac se empeñaba noche a noche en procrear la especie. Pero sin remedio químico en aquel entonces, y más pronto que tarde, se vio obligado a desarrollar la teoría de la gravedad, no del ser, sino de los cuerpos.