Fue a causa del azar, circunstancias impensadas 48 horas atrás, pero la realidad inexplicable lo situó en el hospital de San Juan, en el centro de Brujas.
Porque había partido tras ella con destino a Alemania y en el camino se quedó trunco, sin saber a ciencia cierta los motivos que provocaron la falla de la aeronave.
Fue un milagro de pericia y valentía del capitán los que ahuyentaron la muerte, que el saldo del aterrizaje de emergencia haya sido solamente una media docena de heridos, incluidos él, más perplejo que sumiso, a los designios del destino.
Fueron apenas unos rasguños, y un brazo roto, pero causas suficientes para internarse, luego de corto recorrido en ambulancia, en el susodicho nosocomio.
Ya recuperado físicamente y deseco en el ánimo, se paseaba y recorría como fiera tras las rejas los ilustrados pasillos.
Su mirada se posó en la pintura de Hans Memlin, Santa Ursula, Santa Patrona
Él, ateo irremediable, pasaba toda hora de todos los días observando la escuálida figura de la inmaculada Santa con los brazos extendidos dando cobijo a cientos de seres desamparados. Bueno no tantos, unos cuantos, con exactitud diez. Y tampoco cubriendo con su manto sagrado a todos, sino solamente a los ubicados bajo su brazo izquierdo, porque en el derecho, y consecuente a la geografía política y flecha aprisionada en su frágil mano diestra, descobija, desprovee, deja a sus suerte a cuatro doncellas beatas. Aunque si la vista apura y se agudiza quizás solamente a dos, las del frente, porque las del fondo, mostrando apenas sus rostros parecen responder a la tosquedad de los rasgos masculinos.


Y dice el entendido que lo que él no observaba es que Memlin captó en sus figuras de mujer la gracia medieval, ese encanto tan delicado que vemos en algunas esculturas góticas. Y tal vez tenga razón porque lo que el miraba con detenimiento era a la voluptuosa enfermera en su ágil y alegre recorrido por los pasillos.

Y se fue recuperando al mismo ritmo en que enamoraba a la rubia asistente.
Y fueron tan lejos y exitosos dichos asuntos que decidió establecerse en Brujas quedando para mejor ocasión el viaje a Alemania y su propósito.
Porque si algo había aprendido es que contra el destino no vale ninguna treta.

Y bueno la historia de viaje se acabó en esta primera semana, pero es importante escribir que la enfermera, y no fue casualidad, sino también obra del destino se llamaba…el lector lo adivinará..