MI SINGULAR PARTIDO
Balconcillo, Matute, Santa Catalina, Santo Domingo, la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, San Ricardo y San Norberto, la avenida Méjico, la avenida Canadá, la avenida las Américas, Palermo y sus mercados: barrios que albergaron nuestra infancia y adolescencia, nuestras alegrías y primeras decepciones, nuestros tempranos éxitos y prematuros descalabros, penas, llantos y risas, las grandes competencias, los trofeos con sabor a gloria y el sudor en la cancha.
Eran las 11 de la mañana de un día de otoño de 1968 y el pitazo final anunciaba la culminación del partido. La algarabía no cabía en el quinto de media. No era para menos, se había ganado uno a cero, angustioso final para un campeonato entre salones. El equipo del cuarto de media, aguerrido y sin dar tregua, tuvo por momentos la oportunidad de darnos el batacazo, pero el corazón de nuestro equipo respondió hasta el final. Un pase oportuno, quimboso y rápido del sambo Uribe por la derecha había servido la bola en bandeja para que Pochi Febres, nuestro cerebral mediocampista, eludiendo al defensa central, y con un disparo suave y bien colocado sobre el poste izquierdo y sobre la hora nona, anidara la pelota en el fondo de las redes.
Atrás y desde el arco contrario contemplaba incrédulo como mis compañeros de equipo despegaban desde el suelo tratando de alcanzar las estrellas y grité …grité desde el fondo de mi alma el gol del triunfo.
Esa tarde me sabía ganador y sentía que era el mejor momento, que mi verdadero partido aún estaba por empezar y era ahora ó talvez nunca.
Y aunque siempre la duda me corroía, algo me decía que, era ésta, la oportunidad que tanto había esperado.
- Oye – musité con voz temblorosa.
No era ésta la mejor manera de iniciar una declaración de amor,- pero que remedio,- tenía el cerebro en off, no tenía hilvanada una sola frase para este crucial momento….estaba simplemente con un encefalograma plano…estaba muerto.
Me consumía la misma angustia de esta mañana, como cuando la pelota se paseaba en mi área y solo atinaba a tragar saliva. ¡Diablos…porqué se me hace tan difícil! -pensé.
- Sí ?- respondió sorprendida y encantadora la mujer de mis sueños.
Bueno, tanto como mujer no, talvez niña ó chica, porque a los dieciséis años todavía no se tiene muy claro el concepto ó muy definidas las formas, pero lo que sí tenía en claro eran mis sueños y allí no me cabían dudas, pero sí temores.
Las piernas me flaqueaban, como en la mañana, cuando en el primer tiempo, tuve que enfrentar el penal que milagrosa y torpemente desvié con la mitad derecha de la cara. La pelota en su arrebato furioso se había encontrado en su trayectoria con mi cara para luego de rebotar en el travesaño se perdiera fuera de la cancha. Todavía recordaba el griterío, las palmoteadas jubilosas en mi espalda y el ojo vidrioso y lloroso que pugnaba por salirse de mi cuenca orbitaria.
Por un momento dudé, pensé que mejor sería dejarlo así, sin arriesgarme a una negativa y a una desilusión. Mi mundo interior de seguro colapsaría y el amor platónico que le profesaba (literalmente hablando) estallaría en mil pedazos. Pero, que diablos!, esta mañana había alcanzado las estrellas (también literalmente hablando) y esta tarde tampoco me tocaba perder.
Tomé una buena bocanada de aire y continué:
- Sabes, siempre que estoy contigo me siento bien, aún cuando no hagamos nada en concreto, me siento muy bien…y creo que eres muy linda,… y me gustaría ..…me gustaría…
El corazón me latía aceleradamente, sentía el rubor encaramándose en mi rostro, se hizo la noche en mi cerebro y solo articulaba monosílabos sin sentido.
Ella me miraba impaciente y ladeaba ahora su dulce rostro, achinaba sus preciosos ojos, esbozaba una sonrisa deliciosa y trataba de adivinar el enredo en mi cerebro.
Ella intuía de siempre, aunque nunca lo comentó con nadie, de que andaba enamorado de ella, - Pero cómo saberlo? -se habría preguntado una y otra vez. Y si me equivocaba ? - pensaba ella- Y si solo estaba por pedirme, como tantas veces, que le preste mis apuntes de inglés ? –se preguntaba otra vez…. ¡Dílo de una vez por Dios, Carlos solo dílo ! …yo también te quiero! -pensaba ella fuertemente.
-Te gustaría… ? - Dijo ella al fin animándome a seguir
Tenía yo los ojos clavados al suelo y no decía nada, siempre el maldito silencio como sombra, y ni remota la idea del desenlace que se avecinaba.
-Taniaaaaa!!!……. Mari te está buscando…..resonó desde el pasadizo del colegio, era Chela que la llamaba a voz en cuello. Levanté los ojos y me encontré con los suyos- suspiré aliviado- , entonces sacó de su cartuchera la medallita que esta mañana, descolgándomela del cuello, y antes del partido, se la había depositado en las manos; la besó y al devolvérmela sonriendo me dijo:
- mañana hablamos… sí ?-
Y se alejó al encuentro con Chela… cuando alcanzó el umbral del pasadizo, volteó y me dirigió una sonrisa entre coqueta y divertida.
Eran casi las cuatro de la tarde y el sol se mantenía en todo lo alto, la canchita estaba siendo invadida ahora por grupos de alumnos parloteando y riendo, presagiando el timbre de salida… y me quedé allí, por largo rato observando el tubular arco. A mis dieciséis años aprendí en aquella época que el amor, aún verde ó inmaduro ó tierno e inocente, tiene el encanto mágico de los sueños, del “querido diario” bajo la almohada, de las cartitas de amor anidando bajo las carpetas, de las fantasías compartidas y las miradas llenas de poesía… Colgué la medallita otra vez alrededor de mi cuello y apretándola en mi mano juré por Dios que mañana volvería a la canchita y esta vez sí jugaría …. mi singular partido
Dulces sueños
Alito
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