Espacio de mi vida... lleno de tristezas y alegrías.
Lugar de encuentro y desencuentro. Lagrimas que se desparraman por el suelo, y risas que rebotan en las paredes. Lugar de encuentros que lastiman, lugar de encuentros que me colman de felicidad.
Mentiras que saben a verdad. Verdades que son difíciles de pronunciar.
Difícil es hablar con aquellos que no quieren escuchar. Difícil es pronunciar lo que me corazón quiere gritar, y por cobardía, maldita cualidad de mi ser, no se anima a pronunciar.
Verdades que empezaron siendo mentiras.
Invitaciones que callé; invitaciones que pronuncié. Encuentros que como consecuencia rellenaron mi vida y me vaciaron al instante de acabarse.
Difícil es manejar estas situaciones que desbordan el caudal de mi alma, y el río de mis penurias se ensancha cada vez más, y así voy por la vida que me toca, sin saber cual es mi dirección, y por más que este espacio, este lugar que elegí para mi, me contenga, o por lo menos sea su frustrado intento; hay algo que falta, que mi corazón prescinde, y encontrar, ya no sé si depende de mí, o si es responsabilidad de alguien más.
Y vuelvo a mirar un poco más allá de donde se acaba mi existencia, y me vuelvo a encontrar en este mismo lugar, escenario de múltiples escenas que mi vida protagonizó, y lo veo vacío, como hoy, o lleno como ayer, y me vuelvo a preguntar el por qué de la soledad, el por qué de las noches en las que los ojos se cierran sin quién mirar, y el por qué de la mañana sin la suave caricia del amanecer.
Y me consuelo sabiendo que la soledad también actúa de compañía cuando otros seres se extravían en el camino a mi encuentro. Y me digo a mi misma que mejor estar así, sólo acompañada por la única persona que me comprende, yo misma, que por aquél que sólo se incluye en mi vida, cuando su soledad no le es suficiente. Y se que algún día este espacio se llenará de quien realmente no busque amortiguar la soledad, así sea yo, o alguien más. Y vendrá a mi encuentro aquél que quiera mi presencia de verdad.